Aborto, una reflexión de conciencia moral

El aborto -como otros temas posibles de ser abordados moralmente- es un tema de conciencia individual, no dogmática (nadie tiene la verdad absoluta respecto al punto) y de absoluta libertad de decisión basado en el conocimiento empírico que desarrolla la propia persona a lo largo de su vida.

Por Germán Bossa

Samuel Huntington definía la modernización como un cambio multifacético, que afecta tanto al pensamiento como a las distintas actividades humanas. La modernidad significa ante todo la capacidad del hombre para controlar y modificar la naturaleza; en cierto sentido, es el triunfo del hombre sobre su entorno físico, el sometimiento de los elementos naturales a su servicio.
En un sentido simplista, la modernidad es sinónimo de cambio social. En las sociedades tradicionales el cambio social es algo poco común, infrecuente, incluso indeseable, agrega Huntington. En este aspecto, es preciso hacernos la siguiente pregunta: ¿es la sociedad argentina tradicionalista en sus valores sociales? Respondemos: no lo es. En muchos aspectos, nuestro país se ha modernizado a ritmo muy acelerado en los últimos treinta y cinco años: primero con la ley de Divorcio (1987), luego con ley del Matrimonio Igualitario (2010) y ahora con la media sanción del Aborto Legal en Diputados. Seguramente -en un tiempo no tan lejano- se planteará el debate de la liberalización de ciertos tipos de drogas sociales y de la Eutanasia (la muerte asistida para casos de enfermedades terminales), sólo para citar algunos de los probables y más controversiales debates.
Muchos consideran que el debate del aborto legal es un tema de convicciones religiosas, planteado en la dicotomía de aquellos que creen en la existencia de un ser supremo omnipotente, omnipresente y omnisciente y de aquellos que no creen en tal cosa (ateos). Desde nuestro punto de vista es un asunto de corte moral, más propio del derecho natural que el derecho divino. Entender cuando empieza la vida es un tema debatible, por ende, cuando hay debate, no hay dogmatismo, porque cada uno tiene su propia verdad relativa. Incluso los teólogos católicosde la Edad Media -entre ellos San Agustín y Santo Tomas, por otra parte prestigiosos filósofos- pensaban que el embrión no tenía alma hasta cuarenta y cinco días despuésde la concepción y que el alma no lo era infundida antes de la formación del cuerpo. Obviamente que los teólogos contemporáneos, tales como Joseph Aloisius Ratzinger (Benedicto XVI) no están de acuerdo con aquellas posturas. Pero, insistimos, es un tema que fue debatido entre los mismos teólogos de la Iglesia Católica Apostólica Romana a lo largo de su historia.
La pregunta fundamental de cuándo empieza la vida puede tener tres respuestas posibles: una religiosa, una científica y otra moral. Descartada la religiosa -ya hablamos de eso- nos queda por analizar la científica y la moral. Según la ciencia, la vida comienza con la concepción, o sea en el momento en que el zigoto, tras la fecundación del óvulo por el espermatozoide, inicia su paso a embrión de dos células. ¿Hay uniformidad de criterio entre los científicos sobre este punto? Si utilizaríamos un criterio estadístico, diríamos que la gran mayoríalo está, pero existe una minoría que entiende que la vida comienza del momento que se desarrolla el sistema nervioso central del embrión, aproximadamente entre la semana 12 y 14 del embarazo. Como se advierte, tampoco hay un criterio uniforme en este sentido, no existe un dogmatismo científico respecto a este aspecto, tan medular en el debate.
Con respecto a la moralidad de las personas sobre cuando se entiende que comienza la vida (no todos tienen pleno conocimiento de este hecho) y que se pueda interrumpir el embarazo en forma voluntaria antes de la decimocuarta semana -el proyecto con media sanción estipula precisamente este límite-, consideramos que es un debate personalísimo sobre el que cada uno debe reflexionar. Es una creencia de conciencia moral individual, no colectiva; por ende, es una es una reflexión sobre el deber ser de nuestras conductas morales. Aclaramos que el concepto de moralidad no está basado en la espiritualidad religiosa, sino en un ser biológico y racional, único e irreproducible, capaz de discernir entre lo bueno y lo malo, sobre los principios naturales y los humanos.
En conclusión, el aborto -como otros temas posibles de ser abordados moralmente- es un tema de conciencia individual, no dogmática (nadie tiene la verdad absoluta respecto al punto) y de absoluta libertad de decisión basado en el conocimiento empírico que desarrolla la propia persona a lo largo de su vida. Eso sí, no hay duda que es obligación intransferible del Estado de prevenir primero para luego garantizar, cuando no resulte lo primero, el derecho de aquella minoría (no toda mujer que este embarazada considera siempre el practicarse un aborto) que necesite la asistencia del sistema de salud público-privado para recurrir a práctica, asistida por profesionales idóneos en condiciones seguras.