Los socialistas extrañan a Palacios

El socialista Luis Contigiani ha decidido oponerse a los estatutos partidarios sobre el aborto, generado una ola de enojo y reprobación hacia el único sucesor parlamentario de Palacios.

Por Javier Boher
javiboher@gmail.com

Antes de que se impusiera la democracia de masas, con participación universal en las elecciones, los partidos eran simples asociaciones de intereses orientadas por lealtades personales o simpatías pasajeras. No existían todavía los grandes partidos de masas, con programas, actividades y símbolos claros, sino agrupaciones de personajes destacados de la aristocracia local.
En la historia argentina, dos partidos reclaman el título de primer partido político moderno, el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical. Mientras el primero logró una fuerte presencia en ciudad de Buenos Aires y alrededores, la otra construyó una estructura nacional que fue creciendo con el tiempo hasta desbancar al Partido Autonomista Nacional, que tuvo su esplendor durante las décadas en las que imperó la democracia restringida.
Los hombres y mujeres del partido de Juan B. Justo marcaron el pulso de la historia progresista en el país, impulsando las leyes más novedosas en territorio americano, siendo de los pocos portadores de la antorcha de progreso que se había encendido en Europa.
De aquellos años queda el registro de Alfredo Palacios, que desde su humilde bloque (que durante mucho tiempo fue unipersonal) impulsó la defensa de los más pobres con proyectos que les reconocían sus derechos, lo que le valió llegar a los libros de historia como el abogado que “defiende gratis a los pobres”, en los que permanece hasta hoy.
En medio de las negociaciones por la ampliación del acceso al derecho al aborto, el Partido Socialista vuelve al centro de la escena por la acción de un diputado que desde su monobloque se ha erigido en el vocero parlamentario de los seguidores de la doctrina de Justo.
Luis Contigiani, diputado nacional por la provincia de Santa Fe, ha quedado en el ojo de la tormenta por su decisión de votar contra los estatutos del partido que lo llevó a ocupar esa banca. Los progresistas que se referencian en dicho espacio están sorprendidos y enojados por la decisión adoptada por el parlamentario, que pretende hacer una objeción de conciencia frente al mandato del espacio que representa.
La disciplina partidaria ha vuelto a mostrar sus límites en un país en el que largas listas desnaturalizan el vínculo entre representantes y representados, generando confusión entre los votantes y descrédito de los dirigentes.
Con una alianza gobernante en Santa Fe de la que sólo se sostiene el nombre, amenazados por la seducción de una coalición ganadora como la que gobierna a nivel nacional y disputando el voto progresista con un espacio peronista desde el que la mayoría se va a pronunciar a favor de la despenalización, el futuro del socialismo parece que se seguirá alejando de la gloria que vivió hace poco menos de una década.
Lo que con tanto esfuerzo lograron reconstruir algunos dirigentes (porque el partido de Justo no fue ajeno a las divisiones puristas de la izquierda) se desarma rápidamente, porque no logra sostener los postulados básicos en una situación histórica como la que se va a vivir en unos pocos días.
Hoy el maltrecho conjunto de herederos de Palacios está ante la posibilidad de volver a los libros de historia para repasar las enseñanzas del bigotudo abogado, que en 1915 renunció a su banca tras batirse a duelo, algo prohibido por los estatutos del Partido Socialista.
Sabiendo que su objeción de conciencia contradice los 25 años transcurridos desde el proyecto presentado por Alfredo Bravo que derivaron en la adopción programática de la despenalización del aborto, Contigiani debería renunciar a la banca antes de la votación, para no contradecir la normativa partidaria.
Así lograría salvar el honor de su espacio para conservar la propia dignidad. Y sin necesidad de batirse a duelo.