Visita a las reclusas del Buen Pastor (Primera Parte)

En abril del año 1900, un cronista del diario radical La Libertad va por su propia iniciativa a conocer de cerca cómo vivían las mujeres de la cárcel y del asilo de huérfanas de Córdoba.

Por Víctor Ramés
cordobes@gmail.com

La Cárcel Correccional de Mujeres y Asilo del Buen Pastor a comienzos del siglo XX.

El panorama del fin del siglo destaca la existencia de la Cárcel Correccional de Mujeres y Asilo del Buen Pastor, una institución por completo femenina, ya que eran mujeres las monjas a cargo de ambas secciones, y también lo eran las niñas y las reclusas que cohabitaban desde 1892 en un edificio ubicado entonces, sobre la calle Belgrano, a la altura del Pueblo Nuevo (hoy barrio Güemes). La vivienda era propiedad de la Conferencia de San Vicente de Paul, sociedad benéfica que había tenido bajo su responsabilidad la única cárcel de mujeres que había en Córdoba, desde 1862. Por su parte, las Hermanas del Buen Pastor estaban establecidas en Córdoba desde 1888.
Tras algunos años en ese emplazamiento de la calle Belgrano, la institución administrada por las monjas francesas (Congregación del Buen Pastor de Angers) fue trasladada a un nuevo edificio que se construía entre 1897 y 1906, pero que ya en 1900 alojaba tanto a la Escuela Práctica de Niñas Pobres como a la Cárcel Correccional de Mujeres.
Es a fines de abril de ese año que un cronista del diario La Libertad, embarcado en una sección que se denominaba A través de la ciudad, en la que planeaba recorrer ciertas instituciones para aproximarse a su funcionamiento y plantear las críticas que surgieran, visitar el nuevo edificio –aun sin terminar- del Buen Pastor en la ubicación que actualmente tiene el Paseo de ese nombre. El traspaso al nuevo emplazamiento se había producido entre 1898 y 1900, y el mismo año que el cronista visita la cárcel, apenas un mes atrás, acababa de ser sancionado el Reglamento de la Cárcel Correccional de Mujeres y Asilo de Menores del Buen Pastor.
Tanto para conocer sobre su estado edilicio y su disposición interior, como –sobre todo- para saber cómo vivían allí todas esas mujeres (monjas, reclusas, niñas), su crónica aparta al lector de los fríos datos de archivo, para relatar un acercamiento personal a esa entidad gobernada por las monjas. Cumplirá con los preceptos de ir, ver, averiguar, preguntar, para transmitir sus impresiones, que aquí compartimos.
En su crónica se escandaliza ante la convivencia de mujeres procesadas y condenadas por delitos graves, junto a niñas huérfanas internas de la institución.

“El «Buen Pastor»
(…)
“Esta es la institución que hubimos de conocer días pasados de un modo minucioso e íntimo, llamados a ello por el deseo natural de ilustrar el criterio publico con la descripción y, si cabe, la crítica de nuestros establecimientos carcelarios.
El Buen Pastor no es, propiamente dicho, un establecimiento de esta clase, porque el objeto de la congregación que lo instalara en esta ciudad, es como acabamos de decirlo, de propaganda religiosa puramente aunque contingentemente sirve de cárcel de mujeres.
Días pasados emprendimos la tarea de visitar esta casa, bastante ponderada y ya ponderable por la magnitud del edificio que ocupa sobre la ancha calzada que conduce al Chalet Crisol, hoy transformado en escuela de agricultura, que alguna vez hemos de visitar también.
El edificio que ocupa la Congregación de Nuestra Señora del Buen Pastor tiene dos frentes; uno al Oeste y otro al Sud. No tienen revoque sus paredes.
Fuimos atendidos por la Superiora de la casa, Sor María del corazón de María, la que nos acompañó en nuestra requisa por todos los lugares que inspeccionamos.
La capilla es el lugar más lujoso del establecimiento, las demás reparticiones, en verdad, son harto pobres.
A ambos lados, derecha e izquierda del altar, están dos locutorios, uno para las procesadas, condenadas y detenidas; el otro para las niñas. Frente al altar, separado por un corredor que da acceso por un lado al cuerpo de edificio que ocupan las penadas, está el coro de las monjas, una piecita pequeña, cuadrada, donde se ven un órgano, algunas sillas y reclinatorios.
Del otro lado del corredor hay un pequeño saloncito que sirve de comedor a las mujeres. En esta habitación dos mesas largas, excesivamente limpias, pues que la madera de las mesas había sido hervida, y sobre ellas algunos cubiertos desiguales formaban cuadros.
Los patios de esta casa no tienen pavimentación. En uno de ellos se erguía solitaria una planta de maíz mostrando sus primeras raíces y sus hojas de bordes secos: todo un cuerpo sufriente en la miseria de la savia del suelo.
Las reclusas ocupan de día un salón desmantelado, no muy grande tampoco. En el momento en que llegábamos a este sitio, una hermana les daba lecciones de «doctrina cristiana», según se nos dijo; había reunidas allí unas 40 mujeres de rostros en los que se relejaba el hastío, el aburrimiento, el crimen… algunas muy jóvenes, niñas casi, al lado de otras ya maduras; sentadas unas en el suelo, otras en bancos, apiñadas, cuchicheando. Cuando penetramos a la sala todas aquellas infelices se pusieron de pie; algunas avergonzadas, daban vuelta el rostro, huyendo al examen. ¡Con cuánta tristeza se mira aquello! Íbamos sabiendo que la mayor parte de aquellas mujeres eran infanticidas… ¡horror! Criminales sin alma, sin amor, sin maternidad moral! Y junto a estas repugnantes ejemplares de muerte, cohabitando con estas miserables asesinas de carne inocente, las detenidas por infracciones policiales! Sí: el buen Pastor, en vez de cátedra de moral es escuela del vicio; el primer peldaño del crimen para las infelices que tienen que sufrir un encierro al lado de monstruos del delito.
Es el momento de decirlo: nuestras autoridades están permitiendo una atrocidad. El hecho de que en un mismo edificio se aloje el delito y la inocencia, las almas tenebrosas y las puras, constituye ya un extravío incomprensible, o una ignorancia supina de nuestros hombres públicos. ¿Dónde se ha visto cosa igual? ¿Dónde están la moral, la previsión que se pregonan? La Libertad insistirá en este punto hasta que él sea resuelto como debe serlo. En ese local no pueden codearse elementos sociales tan esencialmente distintos; es necesario separarlos, pronto y bien.
En esta parte del recinto se alojan, como dijimos, las condenadas, procesadas y detenidas por infracciones policiales.”