¿PASO en falso? Las primarias abiertas y obligatorias merecen un debate

Por Facundo Blanco

Las primarias abiertas simultáneas y obligatorias tienen su origen en el año 2009, a partir de la sanción de la Ley 26.571. Por medio de la misma, queda establecida la obligatoriedad de participar en elecciones primarias, donde se eligen entre diferentes precandidatos al interior de cada partido político o frente electoral, de manera simultánea en cada una de las categorías electorales.
Además de establecer las P.A.S.O., la “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”, realizó modificaciones en la Ley Orgánica de los Partidos Políticos (Ley 23.298), en la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos (Ley 26.215) y en el Código Electoral Nacional. El sistema electoral es uno de los componentes del sistema político, por lo tanto, cada vez que se modifique, se anule o se sume alguna norma o regla de juego, estaremos alterando de alguna manera, el sistema en su conjunto, la forma de jugar, de participar y de permanecer en el mismo. Esto no quiere decir que sea un cambio positivo o negativo, sino un cambio al fin, que tiene objetivos teóricos concretos, que pueden coincidir o no con los resultados que se obtienen una vez que las reglas se lleven a la práctica. Lo que si está claro es que los jugadores que proponen y/o llevan a cabo modificaciones en el reglamento, tienen intereses puntuales y generalmente son los sectores que gobiernan en ese momento, mucho más si cuentan con mayoría parlamentaria la cual puede materializar los deseos en realidad.
No es la intención de estas líneas analizar los objetivos políticos que tenía el kirchnerismo con la reforma del 2009. Hay varios artículos y mucha tela se ha cortado sobre ese tema, por lo tanto, la intención es encontrar conclusiones generales acerca de las PASO, como herramienta que fortalece el sistema electoral, en un momento donde mucho se habla y desde diferentes sectores del gobierno se animan a decir que buscarán eliminarlas a través del segundo proyecto de Reforma Electoral que impulsará el macrismo tras el fracaso del 2016.
Formalmente los objetivos de las PASO han sido ordenar una oferta electoral que venía siendo cada vez mayor, y como consecuencia directa de esto, fortalecer a los partidos políticos en su interior, buscando que las facciones se conviertan en internas propias de cada partido, y hasta la posibilidad de armar frentes electorales que propongan pelea a aquellos partidos más grandes. Como consecuencia de ello, se estableció un umbral electoral del 1,5% para poder llegar a las elecciones generales, se hizo un reparto más equitativo de los espacios publicitarios en los medios de comunicación y se limitó, en ciertos aspectos, la cantidad de recursos que se pueden utilizar para la campaña.
A pesar de que han pasado casi ocho años de su sanción, es bastante prematuro llevar a cabo un análisis detallista de las PASO, que muestren algún patrón recurrente o estructural que pueda marcar un rumbo. Y ésto es lo primero que cautiva mi atención. Para que puedan verse los efectos de una ley o de un reglamento, los mismos deben ser sostenidos en un mediano o largo plazo.
Como herramienta, las PASO pueden ser muy interesantes, pero siempre hay que tener en cuenta a quiénes les sirven o a quiénes perjudican. Una herramienta siempre es útil en la medida del buen uso que le demos. Si usted pretende clavar un clavo usando un destornillador en vez de un martillo, posiblemente considere que el destornillador no sirve. Con las PASO sucede lo mismo. Estamos pretendiendo que ellas solucionen un problema de nuestra naturaleza política: los fuertes liderazgos personalistas que tenemos en el interior de los partidos políticos y que abundan en nuestra clase política.
No tenemos que remontarnos al pasado, solamente en la coyuntura de nuestros días abundan ejemplos: Cristina, fundando su nuevo espacio “Unidad Ciudadana”, retirándose y dejando nada más y nada menos que al PJ fuera de dicho frente electoral. A Horacio Rodríguez Larreta le paso lo mismo, ve amenazado su futuro de reelección a manos de Lousteau y/o Carrio. Y así, podríamos identificar a varios sectores en esa situación. No resulta casual que desde del gobierno nacional, otros oficialismos provinciales o municipales (de cualquier color político) y espacios con liderazgos fuertes empiecen a considerar que las PASO son un “gasto innecesario”.
Ahora bien, muchos de los protagonistas que hoy no le encuentran sentido a las PASO, o que las ven como un gasto imprudente en épocas de vacas flacas, fueron beneficiados por ellas. ¿El PRO hubiese podido consolidar una formula como Macri – Michetti, si los otros espacios que fundaron “Cambiemos” no hubiesen podido presentar sus listas internas? Los partidos de izquierda, que tanto les costó asimilar la implementación de las PASO, ¿hubiesen logrado ciertas bancas legislativas, si en vez de ir varios de los partidos en un frente, hubiesen ido cada uno por su lado? ¿María Eugenia Vidal hubiese triunfado si no saltaba la guerra peronista entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez? Como vemos, no solo sirve que el frente electoral propio tenga internas, muchas veces las internas ajenas pueden fortalecer el espacio político propio.
Tan solo de una elección presidencial (2011) a otra (2015), tres frentes electorales presentaron internas para la categoría de presidente, quizás en la que más cueste aceptar un competidor y llegar a una interna, y dos de ellos estuvieron entre las tres fuerzas más votadas. Y esto solamente sin tener en cuenta la cantidad de elecciones locales, tanto provinciales, pero sobre todo municipales, que se dirimen en las PASO. De hecho, ha sido también una herramienta clave con la que las categorías más elevadas (entiéndase presidente, gobernador o legisladores nacionales) han resuelto facciones y revueltas locales en su interior, logrando captar una mayor cantidad de votos para ellos. (Puede consultar el caso del ex intendente de Merlo “Vasco” Othacehé).
En este sentido, las PASO son una buena manera de asegurar a todos aquellos afiliados que quieran presentarse por su partido político de origen, la posibilidad de hacerlo, aún cuando aquellas facciones que tal vez están en el gobierno o son más poderosas, no quieran disputar el liderazgo. ¿No es democráticamente más sano que nuestros candidatos tengan que ganarse el apoyo ciudadano de una manera más exigente? ¿No propone un juego más claro la posibilidad de que haya más oferta para satisfacer nuestras demandas? ¿No es mejor que la gente sea la que decida quién tiene que enfrentar al adversario?
Es una buena oportunidad para que aquellos votantes del cambio exijan la posibilidad de consolidar un frente electoral, en un espacio político concreto. Quemar uno de los barcos con los que se llegó a tierra es un episodio que al menos tiene que llamar nuestra atención. Insisto, las PASO fueron un factor que ayudo a la gestación y a la formación de “Cambiemos”. A su vez, Cristina tuvo la posibilidad de demostrar un cambio aún mayor, si le hubiese dado las PASO a Randazzo. Pero los personalismos, los egos, el no querer desaparecer de la escena, nos hace utilizar mal la herramienta. Las PASO podrían ser un recurso útil para fortalecer nuestra joven democracia y darles vida a nuestros denostados partidos políticos. También, nos permitiría otorgar mayor legitimidad y fortaleza a nuestros candidatos, gobernantes y sobre todo, a nuestra democracia. Es una atractiva dinámica y un juego sano, que si lo aprendiésemos a utilizar correctamente, los beneficiarios seríamos nosotros, los electores.
Sería prudente pensar cambios a implementar en las PASO. Como un reglamento joven que es, se merece ser puesto en debate, no por su utilización o no, sino por cómo revalorizarlo, fortalecerlo y aprovecharlo. Combinándolo con otras reformas, como la boleta única (que no es la boleta electrónica), el fin de las listas colectoras, adhesiones, acoples, ley de lemas (etc.), puede resultar interesante para fortalecer nuestro sistema electoral y político. Sobre todo, nos puede ser útil para intentar cambiar la lógica de liderazgo paternalista que tan mal nos hace. Pero claro, es una cuestión de voluntad y de actitud. De que nosotros seamos conscientes de la importancia que puede tener esta herramienta y la sepamos usar, y que exijamos a nuestros representantes que la utilicen. No hacer uso de ella, o abandonarla, sería dar un PASO en falso.
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