Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com
Los corresponsales de los diarios cordobeses de la segunda mitad del siglo XIX aportaban información referida a un lugar específico donde el diario no tenía destacado boletinero ni cronista, y brindaba un panorama que podía ampliar el rango informativo, o bien narraba específicamente hechos acaecidos en el lugar. También contaban los diarios con corresponsales que enviaban noticias desde otras provincias, e incluso del exterior.
Aquí se aborda un entredicho entre la dirección del diario El Eco de Córdoba en enero de 1872 y uno de sus corresponsales, el que escribía desde Villa Nueva, localidad situada en la zona de frontera “contra el indio” y contención de su avance al sur de la provincia, por lo tanto asiento de fortines; más tarde, durante la guerra del Paraguay, estación de contingentes de soldados destinados a ese conflicto, y sede de un regimiento en la época de este entredicho.
El conflicto con el corresponsal de Villa Nueva, que firmaba como “Emilio”, queda suficientemente expuesto por una serie de notas publicadas en El Eco los primeros días del año 1872, y una carta del propio “Emilio” presentando su queja. Todo se remitía a un informe del corresponsal, que había sido editado y acortado por el diario. La razón le asiste en parte al colaborador del Eco, en lo referido a la mutilación de una de sus notas, si bien no carece de fundamentos el diario, que debía administrar el espacio disponible. La primera nota sobre este entredicho la publica El Eco el 10 de enero, a raíz de una carta enviada por el corresponsal.
“Al corresponsal de Villa-nueva
Amargamente se queja nuestro corresponsal de Villa-nueva por la supresión de una parte de su última correspondencia.
Por regla general, somos muy tolerantes con nuestros corresponsales, y corresponsales hay que no tendrán una sola queja por nuestra conducta; no obstante no hemos tolerado ni toleraremos que las correspondencias se conviertan en charlas, por más espirituales que estas sean…
De otro modo, la buena composición de un Diario es imposible y soportarán la contraria los que escriban, más no los lectores.
En la correspondencia a que aludimos, solo había una noticia de algunos renglones y lo demás era charla, por lo que resolvimos quitarle, sino toda, parte de las materias estrañas que abrazaba.
Estimamos al corresponsal de Villa-nueva y con gusto publicamos mucho de sus ensayos, sin embargo no aceptamos ni aceptaremos sus declaraciones.
Una advertencia, aunque no la admita Larra, el gran crítico español, escribía artículos literarios y Emilio en sus correspondencias de la campaña solo debe hablar de las necesidades de esta. Aquel fue un notabilísimo escritor y Emilio recién principia a ensayarse.
Hay su diferencia y de ella debe sacarse alguna enseñanza. Es preciso ser modesto y decir siempre con Sócrates; solo sé que no sé nada – La Dirección.”
A continuación se publicaba la carta del corresponsal de Villa Nueva, precedida de otra aclaración del diario que introducía la misiva de “Emilio”.
“El corresponsal «Emilio»
En seguida va la carta que este Sr, nos ha dirigido para que sea publicada en esta sección.
«Emilio» se ha resentido al ver trunca su última correspondencia, publicada por este mismo diario.
Es un derecho que se ha reservado siempre la Dirección, el suprimir el todo o parte de las cartas de sus corresponsales, cuando ha juzgado no ser oportunas o propias ciertas materias que tratan estos.
Esto lo decimos a Emilio, para que no crea que es solo a él que le ha pasado cosa semejante, al suprimir algo de su correspondencia.
El inteligente Emilio no dejará de comprender que hay ciertos asuntos que son buenos para tratarlos en columna separada y no intercalarlos en una correspondencia, que siempre debe ser concreta y sucinta en cuanto a comentarios, para da lugar a las noticias que son primero que todo.
Las columnas del Eco están abiertas para todos los que quieran escribir, pero sin que el Director del diario se despoje de la atribución que más antes hemos mencionado.
No hay motivo para que se hiera la susceptibilidad de Emilio, y continúe, si le place, enviando sus cartas al Director y propietario de este diario.
He aquí la carta de Emilio.”
«Mi correspondencia
Señor D. N. N., Redactor del ‘Boletín del día’.
Estimado y estimable cólega – Es mi voluntad, y espero tenga vd. la amabilidad de cumplirla, que se acomode esto en la sección que vd. redacta.
He visto mi última correspondencia publicada y ¿lo creerá vd.? me he avergonzado de que aquello llevara una firma tan famosa ya en la República Argentina, y aun en el viejo mundo!
Francamente, me he avergonzado, amigo mío, y quizás he sentido algo más que vergüenza.
Caramba! Si vds. son más arbitrarios, mil veces más arbitrarios que Domínguez, el Juez de este pueblo y su Pedanía.
¿Quién no siente una impresión de agua tibia, al leer en el principio de una correspondencia: Pero charlemos?
¿Quién entiende ese estilo de peros ex abrupto?»
¿Con qué objeto se decapita mi pobre correspondencia? Y más que eso: ¿con qué derecho?
A propósito de este incidente he recordado una carta de Fígaro a los Redactores de un periódico que le franqueaba sus columnas, en la que por causa idéntica a la que me ocupa les hacía la juiciosa advertencia de que él firmaba sus artículos y los escribía no para los Sres. Redactores sino para el público
Es soportable que una correspondencia o un artículo se retarde y vea la luz con un mes o medio mes de atraso, pero que se mutile, no.
Ya esperaba una felpeada de la Carcajada por mi original correspondencia, y habría sido merecida, sufriendo yo por causa de la libertad tomada por ustedes.
Para no sufrir en adelante otro articulicidio, pongo bajo la egida de Vd. todo lo que escriba, recomendándole que no me deje quitar un renglón ni una letra, si yo no lo dispongo…
Por que yo debo ser dueño de mis escritos, ¿no es verdad?
Con este motivo y deseando… que tenga siempre polémicas con el ‘Progreso’, pues mucho me divierten, me es grato ofrecerle las consideraciones de mi aprecio etc.
De vd. afmo. Servidor –Emilio- Villa Nueva, Enero 5 de 1872.»