Por Alejandro Moreno
amoreno@diarioalfil.com.ar

Otra vez Mauricio Macri ejerció su rol de interventor de la Unión Cívica Radical de Córdoba, como lo había hecho ya hace dos años. Con un golpe de puño colocó en el quinto y agónico lugar al candidato aprobado como número uno por el Congreso Provincial: Diego Mestre; o el hermano del intendente Ramón Mestre.
En 2015 Macri bajó a Mestre de la candidatura a gobernador y subió a Oscar Aguad. Ahora empujó a Diego Mestre hasta el último lugar expectable; y expectable sólo en caso de una victoria contundente o, al menos, de una polarización tal que impida a la tercera fuerza una cosecha que compita contra el quinto cociente de Cambiemos. ¿Podrá Diego Mestre retener su banca con el mismo dramatismo que hace cuatro años?
Ramón Mestre libró una dura batalla por su hermano. Incluso peleó más que por su propia candidatura a gobernador. En el camino se enemistó con el presidente de la Nación, con los dirigentes radicales con mayor impacto positivo en las encuestas (Mario Negri y Oscar Aguad), y hasta terminó por ignorar a los aliados temporales con los que había armado la lista aprobada por el Congreso (el nicolacismo, el angelocismo y el grupo Asamblea Radical) porque en la lista final sólo quedaron dirigentes del grupo Confluencia.
¿Tanto valía la pena que su hermano sea diputado nacional? ¿No terminó por darle la razón a los que venían denunciando en la UCR que Mestre no comparte espacios con nadie? Hasta hay mestristas sorprendidos por la endogamia política de su máximo referente.
Para encontrarle una lógica a ese comportamiento hay que entender que la discusión no fue por Gabriel Frizza o Diego Mestre, dos dirigentes poco afortunados en las encuestas. Ramón Mestre ha querido resistir el avance de Macri sobre la UCR, que terminó siendo exitoso al reducirlo al demagógico cupo femenino -en el segundo y cuarto renglón- y al quinto lugar para el primer candidato varón.
Parece tener razón Julio Bárbaro cuando dice que Macri “odia a sus aliados”. Como un gerente, espera obediencia y sus memos son órdenes. Donde no encuentra esa actitud, reacciona con dureza. A Mestre no lo quiere y así es fácil suponer que preferirá otro candidato a gobernador, intentando clausurar así el sueño de proyección del actual intendente. Quizás Mario Negri u Oscar Aguad; y hasta es muy razonable pensar que si Héctor Baldassi tiene una buena perfomance electoral en agosto/octubre, sea el hombre de Macri para la candidatura a gobernador (y si a alguien le parece excesivo destino para el ex árbitro, que se demore a recordar que el cómico Miguel Del Sel estuvo a un tris de ser gobernador en Santa Fe).
Mestre enfrentó a Macri pero éste logró lo que quería: subordinar a la UCR cordobesa. Sólo Dante Rossi, del grupo Identidad Radical, tuvo la valentía de armar su propia lista para lidiar en las PASO contra la nómina oficial; otros calcularon el riesgo y prefirieron destilar el veneno antimacrista por Whats App. Incluso algunos demostraron indignación tuitera porque la UCR no encabezó la lista, como Juan Negri, a pesar de que la posibilidad de hacerlo para las PASO, como Rossi, estaba a mano.
La imagen de Mestre dando pelea sólo por los suyos quedó nítida al final de la película para muchos radicales y ése será un costo que deberá pagar; aunque él dirá que lo hizo por el bien de la Unión Cívica Radical ante la indisimulable invasión del PRO.
Cara y extraña
La alianza con el PRO le sale cada vez más cara a la UCR cordobesa. En 2015 perdió el senador nacional que renovaba y ahora necesitará de suerte para conservar los tres diputados en juego. En 2019, podría ser peor.
La coalición Cambiemos nació contranatura. Cualquier acuerdo político entre dos o más fuerzas se define, antes que nada, por la oposición a un rival común. Los radicales cordobeses tienen a su principal enemigo en el peronismo, al que quieren desbancar después de dos décadas. Macri, en cambio, se siente muy a gusto con su amigo, el gobernador Juan Schiaretti. La UCR insiste con las denuncias del caso Odebrecht; la Nación las amortigua. ¿Hasta cuándo puede durar esta relación? Desde ese punto de vista, tenía mucho más sentido la Alianza del ’99.