Por Gonzalo Neidal
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La lógica con que se mueve el Papa Francisco respecto de Venezuela parece impregnada de prejuicios políticos de izquierda más que de la búsqueda de la pacificación, lo que sería más propio de su acción pastoral.
El Papa ha demostrado una especial sensibilidad hacia los gobiernos populistas y muestra cierta mora en condenar sus acciones violentas como así también su inocultable vocación dictatorial. Se mostró muy amistoso con el gobierno de Cuba y se lo percibe remiso a emitir una palabra clara y precisa respecto del gobierno de Maduro, en Venezuela.
¿Se trata de la prudencia propia de una autoridad religiosa tan encumbrada o este silencio revela simpatía del Sumo Pontífice hacia un gobierno que ha quebrado todas las reglas de la convivencia democrática, que reprime a su pueblo con grupos armados irregulares y que ya carga sobre sus espaldas con la friolera de 80 muertos?
Ya nos habíamos permitido señalar la torpeza que significaba poner a la Iglesia como mediadora entre el poder represor y los manifestantes que sólo reclaman la aplicación de la ley. Lo que podía preverse fácilmente, sucedió: Maduro usó la mediación como un instrumento de retardo y dilación de cualquier tipo de soluciones.
No se ve otro motivo que la disconformidad de los obispos venezolanos al solicitarle una audiencia urgente, que les fue concedida estos días. Los obispos expusieron sus puntos de vista, impusieron al Papa de sus verdades sobre la situación venezolana y, al parecer, se mostraron muy enérgicos respecto del rechazo al gobierno. Se ignora cuán lejos han podido ir en su pedido a Francisco de mayor dureza pero la sola solicitud de audiencia y el tenor de los documentos presentados hablan por sí solos.
En su frecuente incursión por la política latinoamericana, Francisco no pega una. Se embandera de un modo visible con las causas populistas más allá de cualquier razonabilidad. Una y otra vez muestra su simpatía hacia regímenes carentes de vocación democrática y que contribuyen de forma manifiesta a desmejorar la situación de los pobres, pese a que no cesan de mentarlos como motivo de sus desvelos.
En la Argentina, su comportamiento ha sido similar: se muestra afín a los movimientos sociales que quiebran la paz cada día. Sus referentes más afines enfrentan al gobierno acusándolo de insensible e inclinado hacia el beneficio de “los ricos”, en alianza con notorios personajes del régimen que fue desplazado del poder en 2015.
Tenemos un Papa volcado a la militancia política un tanto desembozada.
Pero, además, del lado inconveniente.