Montados al Pacto de La Moncloa

El tema del Pacto sería con quién pactar, porque no es cosa de firmar con gente sin caudal electoral o sin representación de algún sector. Convengamos que hoy sobran personas con ganas de poner el gancho para las cámaras, pero no por ayudar al país sino para copar el lugar de contraparte del gobierno.

Por Javier Boher

Qué cosa este país. Nos hemos pasado toda la semana hablando de tantas cosas que llegó el fin de semana y sólo se habló de la final de la Champions. Los cordobeses estábamos ansiosos por ver a Dybala campeón de Europa, que al final ni apareció en el partido. Se ve que jugar con Higuaín lo terminó contagiando. Como todos estamos de acuerdo respecto a los problemas de definición del 9 de la selección, me voy a quedar con la polémica que durante la semana asoló al gorilaje twittero. El tema fue el rechazo de Durán Barba a la versión argenta de un Pacto de La Moncloa. No entiendo por qué tanta polémica, pero vamos a tratar de desarmar un poco la cosa.
Primero lo primero: no podemos hablar de Pacto de La Moncloa sin saber un poco de qué se trató. Básicamente, España acababa de salir de una sangrienta dictadura de alrededor de 40 años, que se instauró después de una guerra civil en la que el bando vencedor había recibido apoyo de la Alemania nazi y de la Italia fascista. A lo largo de esa dictadura, la tortura, las ejecuciones y la falta de libertades políticas, sociales y económicas fueron moneda corriente. Cuando se terminó, España era uno de los países más atrasados de Europa occidental (aunque convengamos que siempre fue un país de segunda, más preocupado por el vino y el jamón crudo que por trabajar). Ahí se juntaron los muchachos y decidieron hacer una serie de acuerdos para dejar atrás el lastre autoritario de la dictadura de Franco, avanzar en la estabilización económica y patear hacia adelante la discusión sobre el franquismo. Básicamente, se preocuparon por salir del pozo todos juntos en lugar de pisarse las cabezas para trepar.
Ya hemos hablado de esto, amigo lector. El gobierno se beneficia de la existencia de la grieta, porque le facilita gobernar por el contraste con lo que pasó durante el kirchnerismo. Sin embargo, no todos en el gobierno nacional son igual de intransigentes. El ala fundamentalista es la de la comunicación, con el señor de la tintura excesiva, Jaime Durán Barba y Marcos “creo que las canas me hacen sexy” Peña. Los moderados son los vinculados a la política diaria, los que ponen la cara para tejer alianzas y acuerdos que permitan gobernar. Acá están Monzó o Frigerio, que se charlan a los diputados y a los gobernadores con cosas que el resto después no quiere hacer. Estos son los que van a hacer las compras. Los primeros, en cambio, son los que cuando tienen que pagar después de hacer las cuentas te dan menos porque no le peleaste el precio al carnicero. Octubre va a ser un filtro para ellos también.
Los pro-grieta serían anti-pacto y viceversa. La cosa no pasa de Octubre porque, aunque el oficialismo arrase, arrastra un problema grande de falta de bancas. Donde más puede ganar es el Senado, pero aún ahí no pasaría a tener mayoría. Gane o pierda el oficialismo va a tener que negociar, aunque no sería lo mismo hacerlo ganando que saliendo segundos, claramente. La pelea, según los gurkas de la palabra, están en posicionarse con un mensaje frente al electorado, más que hacer política con los políticos. Por eso van a tratar de evitar contradecir lo que les indican las encuestas. Sería poco serio decir una cosa y hacer otra (o al menos hacerlo para que la gente lo vea). No hay que olvidarse que aunque en gran medida los votantes de Cambiemos son antiperonistas, no dudarían en aplicar la máxima del General: al enemigo, ni justicia. Lo que quiere el votante de Cambiemos son kirchneristas presos, no kirchneristas sueltos. Ese es el problema de gobernar siguiendo las mayorías: uno queda preso de la lógica de la fuerza (porque usted se acuerda de “armen un partido y ganen las elecciones”, ¿verdad?).
El tema del Pacto sería con quién pactar, porque no es cosa de firmar con gente sin caudal electoral o sin representación de algún sector. Convengamos que hoy sobran personas con ganas de poner el gancho para las cámaras, pero no por ayudar al país sino para copar el lugar de contraparte del gobierno. Si éste sólo polariza con el gobierno anterior, no le deja lugar a Marga, Sergio, los #NiUnObrero del FIT, sindicalistas y demás. Si firmara con el kirchnerismo (cosa más que improbable) perdería capital electoral.
Si firmara con el kirchnerismo, por ejemplo, el gobierno quedaría expuesto a lo que habitualmente salpica al FPV. Esta semana sería nada más y nada menos que la muerte de Ducler. Es interesante la normalidad con la que hablamos del financista y no del contador del ex matrimonio presidencial, como si fuese el sodero. No importa si le dio un infarto porque todos los días come papas fritas a caballo y fuma tres atados de cigarrillos: para la gente tiene que ver con el gobierno anterior, el lavado de dinero y la nacionalización de YPF (de la que habrían sacado una tajada). Convengamos que el antecedente de Nisman no les juega a favor para despegarse de lo que le pasó a este señor. Es lógico cuando en tu gobierno de los derechos humanos también pasa que desaparezca un testigo de causas de lesa humanidad o mueran accidentalmente personas como el principal testigo de la causa Once o los muchachos del triple crimen, o la chica que incomodó a Cristina en Harvard. Quizás todo sea casualidad, pero para la gente no. Así que el kirchnerismo quedaría afuera del pacto. Las otras fuerzas políticas que pueden firmar tienen una pata en el kirchnerismo, así que por las mismas razones Massa, Lousteau, Urtubey, Pino, Donda, el socialismo y tantos otros quedan afuera.
Si pensamos en el sindicalismo, la cosa no viene mucho mejor. Menos en un contexto como el que vivimos hoy en Córdoba. La gente está que se prende fuego por el tema de los sueldos de los empleados municipales y los de EPEC o los paros y asambleas de los colectiveros. Sería muy difícil que la gente te ponga un voto si vos te sacás una foto con el Julio Grondona del sindicalismo municipalista, Rubén Daniele. Ni hablar si te acercás a los muchachos de EPEC, que hoy ganan más que un futbolista que hace su primer contrato en primera. Más de uno metería la boleta de la luz en el sobre para que la pague Macri si los sentaran a firmar un pacto como ese. Ni hablar si encima la gente supiera que tienen luz y gas gratis por convenio. Si el gas y la luz costaran lo mismo que la droga en los barrios pobres no sería tan grave, pero con lo que se paga ahora, seguro le suman a lo que cobran un valor similar a un sueldo básico. Así que el Pacto tendría que dejar afuera a los compañeros del movimiento obrero.
Imagínese, amigo lector, si hubiese que firmar con empresarios: los acusarían de favorecer a los ricos, así que eso también queda afuera. La iglesia católica estaría más preocupada por mandarle un Rosario a los que nombramos más arriba, así que a esos no los veo firmando. Ni hablar del lío que sería hacer firmar a las Fuerzas Armadas. No me imagino al Poder Judicial rubricando el acuerdo, porque les gusta jugarla de neutrales y apolíticos, cuando todos sabemos que se ponen la camiseta como cualquier hincha que va a la cancha (o como los que lo tienen que ver por la tele, como los de Belgrano).
Al final del recorrido, pareciera que los únicos que quieren firmar son los que pretenden hacer como pasó en España y buscan patear para adelante la discusión sobre lo que significó el kirchnerismo para Argentina. Nada tiene que ver la situación española de hace 40 años -con una sociedad partida por torturas, desapariciones, asesinatos y persecución política- con la situación argentina de hoy, en la que lo que quieren los promotores del pacto es impunidad frente a los casos de corrupción de la última década. Los que hoy podrían firmar el acuerdo y tuvieron un pie en el kirchnerismo buscan lavar su imagen firmando un pacto que patee para adelante la discusión sobre su participación en nuestra historia reciente. Me parece, amigo lector, que todo el chicharreo para poner el gancho es porque no quieren que se vea cómo aprovecharon cuando les hicieron gancho en la fiesta.