Por Pablo Esteban Dávila
No hay dudas que el PRO está poniendo el pecho en Córdoba. Su virtual candidato, Héctor “la Coneja” Baldassi se siente el número uno de la próxima lista de diputados y no hace gran cosa para ocultarlo. El presidente Mauricio Macri, por sí o través de sus procónsules, lo señala recurrentemente como el hombre más dotado para enfrentar a Unión por Córdoba, máxime luego de la defección de José Manuel de la Sota. Los vientos parecerían ser favorables a las ambiciones del exárbitro mundialista.
La situación no es cómoda para la convivencia interna de Cambiemos. El PRO no es, en absoluto, una estructura política comparable a la de la UCR, dueña de cientos de municipios y un número no desdeñable de concejales y legisladores. Sin embargo, el primus inter pares del radicalismo, Ramón Javier Mestre, no logra imponer de momento a su hermano como la cabeza de lista. No sólo se enfrenta con la decidida preferencia del presidente, sino con la hostilidad de otros connotados líderes partidarios, tales como Mario Negri y Oscar Aguad.
En un contexto “tradicional”, no habría lugar para excesivas discusiones sobre el asunto. El partido más grande de una coalición simplemente tendría, por imperio de la cantidad, el derecho al primer candidato. Tan simple como eso. Pero se viven tiempos diferentes, en donde la estructura, por más grande y consolidada que aparezca, cede ante la popularidad de un referente. Y, justo es decirlo, el señor Baldassi parece contar con los favores de la opinión pública por sobre sus competidores de boina blanca.
Es complejo analizar qué tipo de méritos atribuye al electorado a “la Coneja” como para haberlo proyectado a niveles de tanta importancia. Que se sepa, le hombre no ha hecho otra cosa que impartir correctamente justicia en numerosos partidos de fútbol. En la Cámara de Diputados (su mandato termina precisamente en diciembre) se ha ocupado previsiblemente de cuestiones que yacen bajo su conocimiento técnico –esto es, clubes de fútbol o promoción del deporte– sin que su impronta política haya trascendido mucho más de aquel dominio. Sin embargo, el PRO cordobés parece no tener otro as bajo la manga, pese a que Baldassi se encuentra lejos de ser la opción unánime de la conducción institucional de la fuerza.
El sustento de Baldassi se encuentra en las encuestas. No hay militantes fervorosos detrás de su figura, ni analistas políticos rendidos al encanto de sus palabras. Sólo números de conocimiento popular y niveles de imagen positiva, propios de alguien que nunca tuvo que ensuciarse las manos en el ingrato barro de la política. Es un hecho difícil de aceptar por los radicales, que consideran el cursus honorum partidario como una manifestación de la virtud pública. Para los más realistas, aceptar a “la Coneja” significa reemplazar los ideales por el informe de una consultora de opinión pública. ¿Qué diría Amadeo Sabattini de semejante mudanza?
Mestre, en su rol de garante de los intereses radicales y de sus propias ambiciones, fue el primero en advertir el peligro. Por tal razón, se apresuró a postular a su hermano Diego como el representante radical y cabeza de Cambiemos, procurando exorcizar el peligro baldassista. Sin embargo, su cruzada cayó en cierto desamparo. Importantes correligionarios reputaron su apuro como un simple afán hegemónico y, por precaución, decidieron ellos también reclamar las mejores posiciones dentro de la lista. En medio de tal exasperación interna, el exárbito continuó su carrera en solitario, sólo flaqueado por murmuraciones desaprobatorias dentro de su propio partido.
El problema radical reside en que, por estas horas, la preocupación no sólo concierne al intendente sino que se ha apoderado de quienes lo acechaban en sordina. Ocurre que, por las restricciones propias del orden republicano, las listas de diputados son finitas y que están lejos de garantizar lugares para todos. Esto significa que tanto Negri como Aguad pueden quedarse fuera del armado electoral y que, de tanto hostigar al intendente, podrían ellos también resultar víctimas de la avanzada macrista dentro de la coalición.
Lejos de imaginar escenarios improbables, los números son claros. Si el PRO reclama el primer lugar para Baldassi y el tercero para Gabriel Frizza (el otro apuntado desde la Casa Rosada), para la UCR queda el segundo y el cuarto. Traducido, sólo dos radicales podrían aspirar a bancas seguras y, de ellos, al menos uno debería ser mujer. Parece poco espacio para tantas aspiraciones, especialmente cuando es difícil considerar que exista algún margen como para rever la situación. ¿Está condenado el radicalismo a sufrir “dolores por compresión electoral”, a manos de una prensa presidencial que comprime las aspiraciones de sus dirigentes? Es una jibarización que se antoja insultante para quienes hace tiempo reclaman el derecho de regresar al gobierno de la provincia.
El enojo radical se torna aún más virulento cuando se analiza la cuestión de Frizza. Aceptar a Baldassi –a todas luces un mal trago– obedece en última instancia a reconocer el predominio de la encuestas. Éstas, en última instancia y aunque se reniegue de su profundidad intelectual, no dejan de ser una de las formas de los argumentos jerárquicos bajo el criterio de la supremacía de la intención de voto. No ocurre tal cosa con el intendente de Jesús María. Es un perfecto desconocido para la opinión pública y su volátil pasado (fue sucesivamente radical, juecista y macrista) lo tornan alguien especialmente sospechoso para la sensibilizada dirigencia radical.
¿Por qué se lo postula a Frizza como la quintaescencia del poderío del PRO? Porque también el partido amarillo tiene sus problemas. El ala política no soporta las veleidades de Baldassi ni su insoportable levedad, por lo que imagina a Frizza como su contrapeso doméstico. Este es un hecho conocido dentro de la UCR, que reclama por la incoherencia de las pretensiones del macrismo. Si las encuestas mandan, no advierten porqué insistir con alguien al que nadie registra. Y, si el argumento es político, tampoco comprenden cuál es su relevancia, al menos desde la perspectiva de la gran agenda provincial. Es la imposición de Frizza, y no tanto del referí, lo que mueve al radicalismo a la indignación colectiva.
Las negociaciones están en marcha y, pese a la gravitación del radicalismo en materia electoral, todo indica que el garrote presidencial será el que pegue más fuerte en el armado que se avecina. Los factores revulsivos están a la vista, no obstante que sus justificativos son decididamente diferentes y, en un aspecto no menor, francamente contradictorios. Baldassi es el producto de las consultoras, pero Frizza es un resultante de la política. En este último terreno, cualquiera de las espadas radicales en pugna tiene mayor filo que la del intendente de Jesús María. Mestre lo sabe y está dispuesto a actuar, al menos hasta cierto punto; el resto está comenzando a comprender que su guerra civil contra el intendente puede resultarles en un bumerang de impredecibles consecuencias, cuyas principales víctimas podrían ser, en rigor, ellos mismos.