Por Gonzalo Neidal
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Con la aprobación de una ley retroactiva a pedido de la tribuna parece haber terminado la discusión de esta nueva etapa sobre los setenta y sus secuelas. Pero es sólo una ilusión. Esto seguirá por varias décadas más. Estos días dejaron tela para cortar. Veamos.
¿Quiénes marcharon?
El miércoles marcharon los que marchan habitualmente cada 24 de marzo en repudio a la dictadura militar: la izquierda y el progresismo que ahora tienen al kirchnerismo como un referente importante. Porque el kirchnerismo, que tuvo amplia base peronista mientras gobernó, ahora que tiene que construir poder desde el llano he elegido hacerlo desde una posición de izquierda, ajena a la del peronismo tradicional. Esto no quiere decir que sea únicamente la izquierda la que rechaza el golpe militar de 1976. Pero es la izquierda la que se ha apoderado de esa fecha y le ha dado su propia tónica que no necesariamente es compartida por otros sectores. Las marchas del 24 de marzo son siempre de activistas y militantes, predominantemente. Entre los que marcharon el miércoles, Macri no obtuvo un solo voto. Son, por así decirlo, los que están del otro lado de la grieta. Y esto es muy difícil que cambie en el corto plazo.
Batalla cultural
Respecto de la interpretación del golpe de estado de 1976 y el significado de la violencia terrorista de ERP y Montoneros en este momento predomina el discurso de la izquierda y el progresismo. Cualquiera que haga objeciones a su punto de vista es catalogado como fascista. A punto tal que resulta obligatorio aceptar la alocada cifra de 30.000 desaparecidos, algo que no tiene relación alguna con la realidad. Pero así están las cosas. Habrá que ver si esta visión predomina en el futuro. Pero por el momento hasta el propio gobierno ha decidido ceder ante ella (desplazamiento de Darío Lopérfido, no veto por parte de Vidalde la ley que obliga a mencionar el número de 30.000 para los desaparecidos, estampilla del Che Guevara, retroceso ante el fallo de la Corte, etc.).
Grieta por el 24 de marzo
Es probable (no tenemos a mano una forma de comprobarlo, es pura percepción) que el grueso de los votantes de Macri no coincida con la visión de los derechos humanos que propone la izquierda, ni con su discurso acerca del significado, circunstancias y valoración del golpe del 24 de marzo. Sin embargo, el gobierno creyó oportuno sumarse a las críticas que la oposición hizo a la Corte Suprema. El gobierno cree que si se muestra complaciente con esta posición de la izquierda y el progresismo aparece en sintonía con valores democráticos y de “sentido común”. Probablemente valore que se trata de algo que no tiene demasiado interés decisivo para el grueso de la población. Y esto en gran parte es así. Pero no debería subestimar el gobierno el debate cultural que se da alrededor de estos temas en el seno de la clase media vinculada al mundo de la política y las ideas.
Dura lex, sed lex
Hubo actitudes de algunos funcionarios que pueden calificarse como de gran torpeza e incluso de estupidez. Un caso es el de las declaraciones del ex presidente (por 12 horas) Federico Pinedo. Dijo que “la credibilidad de la Corte quedó herida desde el punto de vista político”. La Corte no debe tener credibilidad política. Para eso están, en todo caso, los otros dos poderes. La Corte debe tener credibilidad jurídica. ¿Qué significa la venda en los ojos de la figura con que se representa a la Justicia? Que debe aplicar la ley sin tener en cuenta otras consideraciones. Que debe ser “ciega”, por así decirlo, respecto de los intereses en juego. “Dura es la ley pero es la ley”, dice la famosa sentencia. ¿De dónde saca Pinedo que la Corte debe buscar “credibilidad política”? Eso sería politizarla, gobernar para la tribuna, hacer caso a los reclamos del pueblo encendido y buscar su aplauso. La Corte, como bien señaló Graciela Fernández Meijide, demostró su independencia porque falló en contra de los intereses y conveniencias del gobierno, como ha quedado harto evidenciado. ¡Qué mano le da al gobierno y a la Corte el Sr. Pinedo! Con amigos así…
Macri y la Corte
Resulta increíble que Sergio Massa intime a Macri para que se pronunciara sobre el fallo de la Corte. Dijo que “el silencio de Macri aturde”. ¿Qué intentó decir? Acaso que él, Massa, es más rápido que Macri para sumarse a la montonera que pide la cabeza de los jueces de la Corte que votaron como votaron. Pero antes que Macri ya habían dicho lo suyo Avruj, Garavano y María Eugenia Vidal, figuras harto representativas de la opinión del gobierno. ¿Cuál era la duda que tenía o intentaba sembrar Massa? ¿Acaso sugerir que Macri, al demorar su pronunciamiento mostraba complacencia con la libertad de un condenado por delitos de lesa humanidad y que por eso tenía una actitud vergonzante que debía ser puesta en evidencia? Pocos temas más aptos para el oportunismo político que el de los derechos humanos.
Liderazgo
Es increíble que sea el kirchnerismo quien ejerza el liderazgo en el tema de los Derechos Humanos siendo que tenía como estrella rutilante en su firmamento jurídico a un personaje como Eugenio Zaffaroni, que juró por los estatutos de dos golpes militares (Onganía y Videla), que rechazó habeas corpus durante el último gobierno militar y que, además, fue el promotor de estas leyes garantistas que ahora se rechazan.
Además, Cristina puso al frente del Ejército a un militar procesado por delitos de lesa humanidad y actualmente preso por esos delitos. Sin embargo, el kirchnerismo lidera la reivindicación sobre los derechos humanos violados en tiempos de la última dictadura.
Algo no está en su lugar.