Por Juan Pablo Carranza
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El conflicto por la paritaria docente acumuló ayer un nuevo episodio. Con un nuevo paro –el octavo desde el inicio de las clases- y una importante marcha por el centro, la UEPC insistió con el reclamo salarial que mantiene con la Provincia desde hace más de un mes. Por estas alturas se trata de una de las negociaciones más extensas y complicadas desde que el Gobierno y el gremio acuñaron la sociedad tácita que depositó a Walter Grahovac al frente del Ministerio de Educación en 2007.
Esta tensión con los docentes ocupa a nivel nacional uno de los primeros lugares en la agenda presidencial. Ayer Mauricio Macri, envalentonando por el apoyo conseguido en la marcha del primero de abril y siguiendo el novedoso libreto confrontativo que adquirió recientemente su gobierno, volvió a cargar contra los gremios, esta vez apuntó a los sindicatos docentes. El objetivo es limar a las dirigencias, principalmente a Roberto Baradel.
Encerrado en sus propias tensiones, Baradel debe mantener su parada contra el Gobierno. No sólo por la proyección nacional que le da el atril de Ctera (además Hugo Yasky ya lo bendijo como su sucesor en la CTA), sino también por presión que le ejerce el trotskismo al interior de su sindicato. Tiene en contra, también, el resultado de las últimas encuestas de UDA y AMET que reflejan el agotamiento de la estrategia de los paros.
Sin embargo, el reclamo cordobés no está necesariamente atado a lo que pasa en Capital Federal o en la Provincia de Buenos Aires. Si bien es difícil desprenderlo de la paritaria nacional o de los aconteceres que suceden en el vértice del país (como la represión que sufrieron los docentes por querer instalar una nueva carpa blanca frente al Congreso), lo cierto es que tiene dinámicas propias.
El monto del aumento es sólo uno de los puntos de disonancia: por estas alturas la UEPC sabe que debe conseguir un poco más del 19,5 por ciento que ofreció la Provincia. Allí se impondrá el ingenio de los técnicos para dibujar una cifra final, ya que desde el Panal aseguran que no modificarán la masa salarial estipulada.
La discusión hoy está trabada, pero lentamente empieza a tomar ritmo, a pesar de que las partes pensaban que el paro de hoy podría enturbiar el diálogo. La Provincia entiende que es un camino difícil y el gremio espera una propuesta concreta para poder llevarla a sus afiliados el próximo martes. Aún no se pude ver cuál será la llave que utilizarán para terminar de abrir la negociación.
El gremio se juega además un parte de su legitimidad ante las bases: el aumento por antigüedad y el blanqueo del material didáctico son deudas de la paritaria anterior. La cúpula no puede relegarlas en medio de este escenario de confrontación. Aunque alguna vez, en off, se barajó la posibilidad de negociar la aplicación futura de los puntos que faltan, pero no de los ya devengados.
Escenario político
La dilación de la negociación comienza a llevar el conflicto a otro plano: el estrictamente político. La largada del año electoral está cerca y el kirchnerismo en repliegue busca ungir a un candidato que pueda condensar su intención de voto. Su derrota electoral, que se sintió potentemente en Córdoba, dejó un espacio vacante. Para ocupar ese lugar suena precisamente uno de los actores principales del conflicto: Juan Monserrat.
En este sentido el secretario general de la UEPC se mostró particularmente activo y fue el anfitrión de varias tertulias K, tanto de dirigentes como abiertas al público. No es el único dirigente gremial que inclina su cuerpo sobre el tablero político.
Las comparaciones son siempre odiosas y las características del escenario cordobés difieren de las que signan la tensión en Buenos Aires. Los únicos puntos en común son, en todo caso, la paritaria nacional y el impacto del conflicto por fuera de lo estrictamente salarial, es decir lo político.
No obstante, y amén de la validez del reclamo, el escenario de polarización le es funcional a los sectores kirchneristas que pretenden erigir un candidato en Córdoba, que se distancie de la Provincia y que no haya dudas de su oposición al gobierno de Macri. Monserrat reparte dardos igualmente envenados contra el Panal y la Casa Rosada y además cuenta con un hándicap extraño para los caciques K que supieron comandar las mini tribus: un nivel de conocimiento importante y, en potencia, cierto grado de territorialidad, si te toma su rol como dirigente gremial.
Es cierto que Córdoba es un terreno poco fértil para el kirchnerismo. Los números electorales fueron lapidarios. Pero eso no quiere decir que no haya un votante que ocupe ese espacio en el mapa político. En todo caso lo difícil será poder meter una cuña entre Cambiemos y UPC, los dos pesos pesados de la próxima elección