Por Gonzalo Neidal
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¿Primer discurso de campaña electoral? En realidad, los políticos siempre hablan pensando en comicios inminentes o remotos.
El de Macri de ayer fue un discurso novedoso en varios aspectos.
En primer lugar, el cambio de tono. Al presidente se lo vio más enérgico, más combativo, con más fuerza expresiva, más decidido. Y esto cayó bien entre la gente que lo apoya, según pudo verse en forma instantánea en las redes sociales. Muchos le estaban demandando que abandonara ese tono indeciso, semi-timorato. Y esta vez lo hizo. Es como si el presidente hubiera desenterrado el hacha.
Otra novedad ha sido la casi nula alusión a “la pesada herencia recibida”, un clásico de los discursos presidenciales. Néstor y Cristina Kirchner abusaron de este recurso. Y llegaron a fastidiar. Macri ayer apenas tiró algunos dardos sobre la corrupción y mencionó los ahorros que significan en la obra pública haber eliminado los sobreprecios en las compras del estado. Pero poco más que eso. No machacó con el tema. Y eso estuvo bien porque más allá de la cantidad de verdad que exista en las menciones al desastre que dejó el peronismo, es claro que la mentalidad del argentino exige soluciones rápidas incluso a problemas que demandan un largo tiempo para enfrentarlos y corregirlos. Y en ese sentido, mentar la herencia siempre suena a pretexto e impotencia.
Otra novedad a la que no estamos acostumbrados en los discursos presidenciales es el reconocimiento de los problemas, la aceptación de que existen dificultades a solucionar. Macri hizo un prolijo y exhaustivo inventario de todos los temas e intentó relatar qué se está haciendo en cada uno de ellos. No oculta los problemas que tiene el país: ni la inflación, ni el desempleo, ni la ausencia de una economía vigorosa, ni la pobreza, ni los déficits en educación. Nada. Todo estuvo en el discurso. Tampoco prometió soluciones fáciles. Pide tiempo. Aclara que la solución de cada problema demanda esfuerzo. Llama a la colaboración de todos los sectores políticos y convoca al esfuerzo personal.
Parece insólito escuchar en un discurso presidencial halagos parciales o puntuales a políticas del gobierno anterior. Macri lo hizo en un par de tramos, especialmente al mencionar a Tecnópolis, que calificó como una buena idea aunque cuestionó que se la haya ideologizado.
Atacó al populismo con una frase que es para un recuadro: “Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro”. Esa frase pega de lleno en la esencia misma del populismo, que siempre dilapida recursos para crear una sensación de prosperidad que luego no puede sostenerse a lo largo del tiempo y termina hundiendo al país.
Entre los logros que pudo exhibir ayer Macri, el más importante de todos ha sido el del sector agropecuario: “En 2016 la venta de tractores aumentó 25%, la de cosechadoras 54%, la de sembradoras 80%. Estamos teniendo la cosecha más alta de la historia de trigo, una cosecha récord total de 130 millones de toneladas”.
Pero todos sabemos cómo funciona la política en la Argentina. Todo esto serán sólo palabras si la economía no se recupera pronto, si no hay resultados palpables a nivel general de la población. Este año la economía crecerá pero habrá que ver cómo llega ese crecimiento al conjunto.
En cierto modo, estamos en una carrera contra reloj. Y Macri lo sabe.