Por Gonzalo Neidal
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Si alguien alguna vez ha tenido la inconveniente y provocadora osadía de preguntarse para qué sirve un filósofo o bien cuál es el aporte de la Facultad de Filosofía al desarrollo nacional, estos días ha podido obtener una aproximación de respuesta a su inquietud.
Habrá podido persuadirse de que se trata de gente que no está, por supuesto, para el pico y la pala sino para la reflexión y el pensamiento abstracto en su nivel más profundo. Flotan por encima de nosotros, los simples mortales, señalándonos los senderos que nos han de conducir a un vivir ético, solidario y de entrega al bien común. En consecuencia, sus pronunciamientos deberían ser atendidos por todos nosotros como reveladores de la Verdad en su estado más puro y hacia la cual deberíamos rendirnos sin mezquinar gestos de sumisión y veneración.
Esta vez, la Facultad de Filosofía ha condescendido a ocuparse de temas profanos y ha conferido una distinción a un personaje un tanto ajeno al pensar filosófico. Habita más bien el mundo de la política y, últimamente, de la crónica policial: Milagro Sala. Ella purga prisión porque la Justicia ha decidido encarcelarla en razón de haber infringido un texto distante del mundo de Hegel o de Wittgenstein: el Código Penal. Sospechamos que quienes otorgaron a Sala el reconocimiento por su “vasta obra social junto a los sectores más humildes” no han incurrido en la tediosa labor de leer ese aburrido volumen ni de determinar si la Ley ha sido bien aplicada en el caso de Sala.
La Filosofía, se sabe, está por encima del Derecho. Éste es cuestión de abogados, tribunales, fiscales y jueces. Todos ellos meros personajes de una comedia pedestre ajena al mundo conceptual de los olimpos del pensamiento.
Los filósofos de Córdoba, tememos, han derramado ríos de lágrimas por el raudo retirode los redentores de la década pasada. Imaginamos que su corazón ha sido afrentado por el relevo acaecido en las cúspides del poder.
Afortunadamente, cuentan con una larga lista de personajes que le permitirán saciar su disposición hacia la premiación compensatoria y vindicativa. Hebe de Bonafini y Sergio Schoklender, por ejemplo, son grandes candidatos ya que dedicaron sus esfuerzos a una tarea similar a la de Milagro Sala. José López, el hombre de los bolsos, que también es víctima de una injusta persecución debida a su ímpetu como donador de dinero para obras benéficas. Y la lista sería interminable.
Eso sí: la gente de Filosofía debería ser cuidadosa. Cuando uno destina demasiado tiempo a reflexionar sobre el sentido de la vida, corre el riesgo de no comprender algunas cuestiones elementales de la vida cotidiana. Se lesvuelve complicado distinguir entre el Bien y el Mal y empiezan a ver Madres Teresa por todos lados.