Por Victor Ramés
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Era simplemente “La Patti”, una diva del bel canto cuya fama sobresalía en el mundo. Se contaban anécdotas sobre su cinismo, sobre sus amoríos, sobre sus millones, sobre sus escándalos, se hablaba del castillo Craig-y-nos, que poseía en Swansea, Gales. Pero sobre todo era un tesoro de la música, tuvo a los mayores compositores líricos rendidos a sus pies, fue envidiada por las demás cantantes. Como modelo de mujer independiente estaba muy por encima del canon patriarcal de la época. La Patti era amada o mirada de reojo, vista en todos sus ángulos, fotografiada, hasta donde lo permitían los medios de la época, no podía ser más que como era en el imaginario. Y por otra parte estaba ella misma, su propia vida personal. La vida de una niña española hija de un tenor y una soprano italianos, cuyos hermanos también serían grandes músicos, que a los siete años comenzó a cantar en los teatros de los Estados Unidos y fue idolatrada por la colectividad italiana de Nueva York; que a los 17 apareció como una estrella naciente del bel canto y que entre 1870 y 1895 conquistó a los públicos más exigentes del orbe portando la mejor coloratura de su tiempo (una cierta cualidad para cantar a la perfección escalas de notas velocísimas), de quien Verdi dijo que era la mejor cantante que había escuchado en su vida.
Con ayuda de la prensa, la figura de la gran soprano, exponente máxima del arte lírico de ese período, también revoloteaba en el imaginario local. Menciones a la Patti descansan en polvorientos diarios cordobeses de esa etapa de gloria de la diva, eco de su permanente aparición en publicaciones de todo el mundo, o en ocasión de la visita de Adelina a Buenos Aires en 1889, traída por el empresario Chiachi para cantar en el teatro Politeama. Seleccionamos tres citas de periódicos de los ochenta y los noventa, en que aspectos de la vida o la carrera de la Patti alimentaban la crónica.
De La Conciencia Pública, 1884:
“El divorcio de la Patti
La primera Cámara del Tribunal de París ha pronunciado el divorcio a favor del Marqués de Caux contra Adelina Patti.
Esta solución era fácil de prever: el marido que había obtenido primitivamente una separación de cuerpo, y que se proponía al principio resistir a la transformación de esa separación en divorcio, solicitada por su mujer, ha concluido por solicitarla al mismo tiempo que la Patti.
En estos términos, la cuestión se reducía, por decirlo así, a una simple formalidad de procedimiento exenta de todo debate.
He aquí los fundamentos del juicio de divorcio:
Considerando que el fallo del 3 de Agosto de 1877 rechazó la acción de separación de cuerpo entablada entonces por la marquesa de Caux, a causa de que los documentos del proceso y especialmente de la correspondencia dirigida por un tercero a la marquesa de Caux, y de las publicaciones de la prensa francesa y de la prensa extranjera puestas en debate, resultaba que la conducta de la demandante era de naturaleza a constituir respecto de su marido la más grave injuria.
Considerando que el hecho así atestiguado contra la marquesa de Caux, lejos de atenuarse con el tiempo transcurrido, se ha agravado perpetuándose.
Que su demanda no podía ser recibida bajo ningún título.
Considerando que resulta al contrario de lo que precede que la demanda del marqués de Caux está justificada bajo todos los respectos, siendo constante por lo demás que el fallo del 3 de Agosto de 1877 se ha hecho definitivo, y que la separación ha durado más de tres años.
Por estos fundamentos, se declara a la marquesa de Caux mal fundada en su demanda y se la rechaza.
Y haciendo lugar a la demanda del marqués de Caux, se declara convertido en fallo de divorcio el fallo de la 1ra. Cámara de este tribunal del 3 de Agosto de 1877 que pronunció la separación de cuerpo entre él y la marquesa de Caux.
Se condena a la marquesa de Caux en todas las costas.”
De El Porvenir, 1889:
“La Patti y la Tetrazzini en Buenos Aires
En el Politeama Argentino de dicha ciudad se ha recibido el siguiente telegrama:
«Milan, Febrero 19. He formado la compañía, Salimos el 7 de Marzo.
Componen el elenco las damas Patti, Tetrazzini, Colonesse, Ochiolini, Fabri y Soratti. Tenores: De Lucía, de Bassini, Signorini y Vara. Barítonos; Devrierse, Bacheta y Marescalchi. Bajos: Marcassa, Rossi y Ratti. Maestros Cnepanini Conti y Sapio.
Llevo cuarenta profesores de orquesta, buenos coros y cuerpo de baile completo. Ciacchi».
De Los Principios, 1898
“El álbum de la Patti
La manía de Los álbums va desapareciendo por lo cual dan muchos poetas mil gracias al cielo, mientras algunos presumidos jovenzuelos reniegan de no haber venido a este valle de lágrimas a tiempo para emborronar algunas páginas elogiando los dientes de marfil, las mejillas de rosicler, los ojos de garza, etc., etc., de las bellas y elegantes poseedoras de los álbums.
Sin embargo, el álbum no ha muerto.
Dígalo sino el álbum de la Patti, para adquirir el cual un rico americano ha ofrecido millones a Adelina.
Bien que en ese álbum se hallan autógrafos y firmas de todos los más eximios cantantes y compositores célebres que la ilustre artista conoció durante su larga carrera.
Ese álbum está encuadernado suntuosamente y cerrado por una cerradura a secreto de la que la diva lleva siempre consigo la llave, que es de oro.
La mayor parte de los artistas líricos de la segunda mitad de nuestro siglo han continuado sus firmas con sendos elogios a la cantatriz: Mario, Naudin, García, Taberlik, Niemann, Capoul, Faure, la Grisi, la Alboni, Cristina Nilson, etc,
Entre los más entusiastas admiradores se encuentran los nombres de Rossini, Meyerbeer, Berioz, Auber, Poniatowsky, Gounod, Thomas y Bizet,
Verdi escribió:
«Prima Adelina, Poi Adelina, e ancora Adelina.»
La Patti está, con razón, muy orgullosa de este álbum que los visitantes de Craig-y-nos pueden admirar encerrado en una vitrina dorada: es, pues, poco probable que consienta en deshacerse de él, por muy elevado que sea el precio que se le ofrezca.”