Por Gabriela Origlia
La visita de Barack Obama tiene múltiples lecturas posibles pero, por el contexto argentino, hay una fuerte tendencia a “economizarla”, a empezar a proyectar cuántas inversiones se anunciarán, cuántos millones arribarán. Más allá de los gestos positivos del presidente estadounidense y del importante grupo de empresarios que aterrizaron con él, no son señales suficientes para atraer radicaciones productivas.
Hace pocos días José Simonella, presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas (CPCE) planteaba que las inversiones “a largo plazo no se realizan en este marco” y apuntaba que las definiciones claras sobre paritarias, tarifas y tasas de interés son claves para que empiece el proceso de llegadas de dólares que no sean los de organismos internacionales.
Coincidió con ese diagnóstico Marcelo Capello, economista del Ieral, quien señaló que la herencia recibida es muy compleja y que el poner orden llegará tiempo. La devaluación, el levantamiento del cepo y los cambios en retenciones son sólo una parte de todo lo que se debe hacer para que el país vuelva a ponerse en la ruta del crecimiento, un hecho que seguramente no llegará este año. Las perspectivas para 2016 son de una mejora nula o incluso decrecimiento.
El paso de Obama, igual que el del italiano Mateo Renzi o el francés Francois Hollande, marca el lento regreso de la Argentina a ser un país más normal desde el punto de vista de las relaciones internaciones. En la última década las alianzas privilegiadas fueron otras, con naciones que lucen muy complicadas (tanto en lo económico como en lo político) como Venezuela, Irán o Rusia.
Los economistas de diferentes vertientes coinciden en que, por su puesto, que este regreso a la cordura ayuda pero no es suficiente ya que hay trabajo por hacer puertas adentro. Está claro que la administración macrista eligió el camino del gradualismo, seguramente porque no hay margen político para elegir un ajuste ortodoxo clásico. Ya es duro el que se está haciendo y la incógnita es hasta dónde habrá tolerancia con una economía parada y una inflación en alza.
Las expectativas de los funcionarios argentinos es que en los próximos 18 meses habrá un desembolso de inversiones -muchas de ellas retenidas- de empresas norteamericanas por 2.500 millones de dólares. También se está trabajando en destrabar el ingreso de productos argentinos a los Estado Unidos, con probablidad de que este año vuelva a exportarse limones que hace 15 años no entran.
Las empresas estadounidenses son las primeras en el ranking de inversiones extranjeras en el país, tanto desde el punto de vista del stock como del flujo de los últimos años. En el país operan más de 500 compañías de ese origen.
Desde el punto de vista comercial, las exportaciones argentinas fueron perdiendo presencia en los mercados desarrollados, y particularmente en los Estados Unidos, país con el que se registra en los últimos años un persistente déficit en el intercambio. Igual, con algo menos del seis por ciento, los Estados Unidos son el tercer destino de las ventas nacionales, en tanto que las importaciones representan algo más del diez por ciento de las compras externas argentinas, cuarto lugar en importancia.
Cuando las inversiones se anuncien se verá cuándo estarán operativas. No hay perder de vista que las de Renault o la que oficializará Fiat en una semana –ambas para sus plantas de Córdoba- son de cara a 2017.
Lo mejor sería no tomar la visita de Obama y sus expresiones como que ya el país está “condenado” al éxito. Suele ser una tendencia argentina, la misma que hace que muchas veces espera que sean otros los que se responsabilicen de los problemas nacionales. El trabajo interno es deber de los que gobiernan y de la sociedad, no de los visitantes. Avanzar en ese sentido también es iniciar el camino hacia la normalidad.