Los astros desalineados del físico Tamarit

La movida opositora dista de ser una asonada de alcances meramente simbólicos. De las siete facultades que acompañaron la candidatura de Tamarit en 2013 sólo cuatro mantienen su lealtad original. Las restantes (Ciencias Médicas, Lenguas y Odontología) se han pasado al bando contrario.

Por Pablo Esteban Dávila

KD9L6154Parecía extraño que una provincia que había apoyado tan masivamente a Mauricio Macri en las últimas presidenciales permaneciera inerme ante la perspectiva que Francisco Tamarit continuase sin molestias su marcha hacia la reelección al frente de la Universidad Nacional de Córdoba. Afortunadamente, la candidatura del respetado exrector Hugo Juri viene a agregar la necesaria cuota de racionalidad a la trascendente disputa universitaria.
Durante su mandato, Tamarit ha sido un desembozado rector militante de la causa kirchnerista. Quizá lo haya hecho con un estilo más sobrio que el de sus colegas al mando de flamantes universidades del gran Buenos Aires, pero no por ello ha dejado de ser menos consecuente que ellos en su compromiso con el anterior gobierno nacional. El resultado fue un sometimiento (a nuestro juicio bastante poco académico) de la UNC a un proyecto político que, en muchos sentidos, distaba de ser la vanguardia que todo intelectual se jactaría de secundar.
Debe recordarse que el actual rector reemplazó a su antigua consorte, la inconclusa diputada Carolina Scotto, en el comando de la universidad. Aunque aquella sucesión entre una y otro estuvo lejos de ser un acto de nepotismo (la separación conyugal fue anterior y nadie duda de los méritos intelectuales de Tamarit), justo es decir que ambos se las ingeniaron para coordinar adecuadamente el alineamiento de la Casa de Trejo con la Casa Rosada durante los años de Cristina Fernández.
Una muestra de esta coordinación fueron los larguísimos fastos por los cuatrocientos años de la universidad, una celebración elegíaca cuyo propósito fue tanto el conmemorar la historia de la institución como coadyuvar a la popularización de la imagen de Scotto, designada mayestáticamente por la expresidente como su representante para la provincia de Córdoba. Gracias a aquellas costosas festividades –y también a una audaz campaña electoral– Scotto resultó electa para la cámara baja en octubre de 2013, justo a tiempo para traspasar el poder universitario a Tamarit.
Pero el nuevo rector pronto descubrió que a su antecesora le faltaba pasta para liderar algo más que una federación de Facultades académicas. A pocos meses de haber asumido su nuevo cargo, Carolina renunció misteriosamente a su banca y, consecuentemente, a cualquier tipo de aspiración futura. Tamarit comprendió entonces que se le abría un nuevo espacio dentro de las libanizadas expresiones del kirchnerismo vernáculo, huérfanas permanentes de todo liderazgo.
El cálculo del rector no era descabellado. Como se recuerda, durante sus primeros años de mandato y para la mayor parte de la opinión pública, el presidente puesto era Daniel Scioli, no Mauricio Macri. Viviendo en una provincia con profunda vocación opositora como lo es Córdoba, Tamarit se imaginaba a sí mismo como alguien capaz de aglutinar al kirchnerismo mediterráneo bajo sus credenciales académicas, una especie de Scotto reencarnada en cuerpo de varón y con mayor vocación política, avanzando a paso firme en la consideración del electorado bajo el paraguas de un Scioli dispuesto a entronizarlo como el único referente local del Frente para la Victoria. Lamentablemente para él, el triunfo de Cambiemos arrojó por la borda aquellas ensoñaciones.
A modo de inercia giroscópica del plan original, Tamarit concluyó que lo mejor que podría sucederle sería permanecer al frente de los claustros universitarios. Sin rivales de monta a la vista, el asunto parecía un trámite. El hecho que el kirchnerismo hubiera encontrado aquí su Stalingrado no le produjo demasiada ansiedad; al fin y al cabo, primero Scotto y luego él mismo supieron hacer de la UNC una sucursal proselitista sin que hubieran tenido que pagar mayores costos. El blindaje parecía resistente a cualquier amenaza reaccionaria.
Pero tampoco este supuesto duró mucho. Haciendo gala de un sano instinto republicano, importantes sectores internos decidieron postular a Juri, un referente casi en retiro efectivo. Para muchos académicos, la estética de un alcázar kirchnerista en medio de un océano moderado y con pretensiones de renovación se antojaba como anacrónica. Una cosa es la rebeldía, tan propia del ecosistema universitario, y otra muy distinta la declamación revolucionaria con el respaldo de bolsillos llenos, negocios a lo Cristóbal López y la esfinge de Luis D’elía sobre el respaldar de la cama. La propia Cristina lo hubiera sintetizado con maestría: “too much”.
La movida opositora dista de ser una asonada de alcances meramente simbólicos. De las siete facultades que acompañaron la candidatura de Tamarit en 2013 sólo cuatro mantienen su lealtad original. Las restantes (Ciencias Médicas, Lenguas y Odontología) se han pasado al bando contrario. Para empeorar las cosas, ya no está Martín Gill al frente de la Secretaría de Políticas Universitarias operando, como lo hizo tres años atrás, abiertamente en favor de su candidatura. Su sucesor –Albor “Nikki” Cantard– es un radical de la Franja Morada, para quién Juri es propia tropa.No queda duda para quién trabajará, esta vez y con las herramientas a su alcance, el gobierno nacional.
Claro que, en política, nada está dicho hasta que se cuentan los votos. Desde esta perspectiva, Tamarit tiene a su favor la gracia que le es inherente a cualquier oficialista. Por tal razón dará batalla hasta último momento, quizá con la bravura que engendra el temor de quedar irremediablemente en el llano. Sin aliados nacionales, con sus referentes cristinistas refugiados en el Congreso o en municipios escasamente glamorosos del conurbano bonaerense, de fallar en la reelección su destino político sería incierto. Y, a diferencia de lo sucedido con Scotto dos años atrás, la fuga hacia adelante ya no es una opción; sumidas en la derrota, las tribus K vernáculas se encuentran más dedicadas a la antropofagia política que al culto del poder. No parecen ser la plataforma de ningún relanzamiento futuro.
Definitivamente, y como buen físico que es, el Rector debería concluir que los astros se encuentran fatalmente desalineados. Quizá sea un buen motivo para retornar a la vida contemplativa.