El Papa y Macri: sensación de frialdad

Por Gonzalo Neidal
gonzalo.neidal@gmail.com

2016-02-28_MACRI_FRANCISCO_webNo tiene demasiado sentido discutir si el Papa Francisco trata con distancia al Presidente Macri o si se mueve dentro de los parámetros que corresponden a un jefe de la Iglesia Católica.
Decimos que no tiene sentido porque lo verdaderamente importante es que ya está instalada en los medios de prensa del país, en las redes sociales, en la charla cotidiana, en los órganos de prensa del exterior, la idea que efectivamente Francisco demuestra una gran frialdad en el trato hacia el presidente de su propio país.
¿Por qué hay semejante coincidencia en la valoración de esta relación? ¿Acaso es una casualidad? ¿O una conspiración? ¿Por qué existe esta percepción tan generalizada acerca de que Francisco, que suele ser tan expresivo en sus gestos, no se muestra claramente afectuoso con Macri?
Al contrario, la sensación (como diría Aníbal Fernández) es que el Papa se reitera en modos rutinarios y protocolares que son interpretados por la inmensa mayoría de los analistas políticos y aún de los ciudadanos de a pie que siguen con interés estos temas, como una actitud impregnada de acartonamiento y carente de los guiños que supongan una cercanía propia de connacionales, cuanto menos.
Francisco no ignora que se lo acusa de guardar una distancia inexplicable, sobre todo después del episodio de Milagro Sala. Sin embargo, no hizo nada que pudiera dejar en claro que se trata de un error de lectura de sus gestos y que con Macri está todo bien.
Las fotos publicadas del encuentro hablan por sí solas. Francisco, que desparrama sonrisas en todas sus apariciones, aparece con un rictus adusto que naturalmente lleva a pensar que su satisfacción hacia el gobierno de Macri no es plena o que abriga hacia él reproches que aún no ha exteriorizado o simplemente que está fastidiado porque quería que en el ballotage hubiese ganado el otro candidato.
Sin embargo, Macri siempre ha tenido con el Papa una relación amable y cordial, incluso desde los tiempos en que era tan sólo Jorge Bergoglio. Al contrario de lo que ocurrió con Néstor y Cristina, Macri no tuvo jamás problema alguno con él. Se suele anotar como excepción la negativa del presidente, cuando era aún Jefe de Gobierno de la CABA, a vetar la Ley de Matrimonio Igualitario, algo que disgustó al entonces cardenal. Pero siempre se pensó que se trataba de una diferencia ya salvada por el paso de los años y por el propio contexto e incluso por la orientación de apertura que Francisco ha dado a su reinado.
Siendo que Macri se muestra inclinado a trabajar en la unión de los argentinos y se ha comprometido a luchar duramente contra el narcotráfico, es muy difícil de entender qué es exactamente lo que pasa con Francisco y el porqué de la distancia que muestra.
Salvo que se trate de una alucinación colectiva y que, en realidad, todo marche sobre ruedas aunque se perciba algo distinto.
Después de todo, el principal asesor de Macri no da excesiva importancia al pensamiento del Papa y de la Iglesia ni a la potencial influencia que pueda tener sobre los votantes. En el tosco lenguaje de Stalin, el gobierno podría preguntarse… “¿Cuántas divisiones tiene Francisco?”.
Pero no se trata de eso.
En una etapa inicial complicada, sería muy bueno que Francisco no deje dudas acerca de su adhesión a Macri. Adhesión institucional, cuanto menos. Como la que tuvo hacia Cristina cuando recomendó “cuidar a la Presidenta”. Un apoyo que no deje dudas ni alimente la presunción de reproches, como las que está generando con sus gestos amargos que sólo pueden ser interpretados como antipatía e incluso rechazo.
Francisco, que es muy perspicaz y ha de contar, además, con la luz aportada por el Creador, debería percibir que sus gestos no son percibidos como de clara simpatía hacia un gobierno que recién comienza su mandato y que ha sido elegido por la mayoría del pueblo argentino, en el marco de su Constitución.