El operativo de seducción de Mauricio Macri a todas las variantes del peronismo (desde peronistas anti-K hasta peronistas ex–K) busca garantizarle la gobernabilidad al nuevo gobierno. El pragmatismo macrista era bien previsible aún antes de la victoria electoral del año pasado, pero a los radicales ya les incomoda.
Macri les había anticipado a los radicales que no los tendría demasiado en cuenta a la hora de gobernar. Apenas un día después de la Convención de Gualeguaychú, en la que los radicales aceptaron ir aliados al PRO, el ahora presidente advirtió que no habría cogobierno con la Unión Cívica Radical. La fórmula presidencial fue macrista pura y hasta trascendieron indicaciones del publicista Jaime Durán Barba en las que se colocaba al radicalismo como proveedor de fiscales para los domingos de elecciones.
Cuando debió armar el gabinete, tampoco fue demasiado el espacio otorgado a los dirigentes de la UCR Menos aún, consultó al partido: eligió él mismo a los pocos radicales que integrarían su equipo ministerial. Hay cuatro ministros con origen en la UCR, aunque en el caso de los dos cordobeses, Oscar Aguad y Gustavo Santos, se trata de dos dirigentes con resistencia interna.
Macri armó, además, y después de algunos tropezones políticos, una mesa chica de acción rápida, a la cual no se sienta ningún radical. Mientras, se repiten los gestos hacia los kirchneristas disidentes, y por supuesto hacia los gobernadores peronistas que controlan senadores y diputados nacionales.
Alarma
En el radicalismo hicieron sonar la primera alarma cuando Macri empujó las designaciones de dos ministros para la Corte Suprema de Justicia en comisión. Protestaron por la falta de respeto a la institucionalidad, aspecto que el propio presidente terminó por aceptar, pero más les incomodó haberse enterado por los medios del procedimiento y de los nombres propuestos.
Los radicales cordobeses, puntualmente, pudieron experimentar el estilo macrista cuando quisieron designar por sí mismos el candidato a gobernador, lo que finalmente les fue negado por el entonces jefe de gobierno porteño.
Aliados de verdad
Ahora, un grupo de dirigentes radicales (muchos de ellos legisladores) pretende conseguir que el gobierno nacional los considere realmente aliados, y los consulte antes de tomar decisiones de fondo. El grupo tiene como vocero al diputado nacional Mario Negri, jefe del bloque, quien transmite el deseo de los que quieren que el radicalismo sea visto como parte del gobierno.
Otros radicales, como los gobernadores, entienden que hay que aceptar la supremacía del PRO, lo que a ellos mismos les podría garantizar el flujo de fondos que necesitan para sus administraciones provinciales. La semana que viene habría una reunión de la dirigencia
radical menos conforme con los máximos referentes del macrismo, como el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Esta discusión irá en crecimiento a medida que se acerquen las elecciones legislativas de 2017, que parecen muy lejanas cuando hay un gobierno recién asumido, pero que ya están en la cabeza de los ingenieros políticos.