Por J.C. Maraddón
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Allá por los primeros años sesenta, un todavía adolescente guitarrista nacido en Las Piedras (departamento de Canelones, República Oriental del Uruguay) formaba su primera banda musical, la Crazy Clown Jazz Band, mientras en ese país se empezaban a hacer oír los pioneros del rocanrol. Que ese debut artístico de Heber Hugo Carámbula se produjera bajo la denominación de “Crazy Clown” (payaso loco), resulta hoy por demás premonitorio: ya con el nombre artístico de “Berugo”, Carámbula iba a tener que dejar la música en un segundo plano en su vida, porque sus habilidades como humorista rápidamente iban a eclipsar su talento en la ejecución de la guitarra.
Sin embargo, pese a la rápida fama que adquirió como comediante en su país natal y luego en la Argentina, nunca abandonó por completa esa faceta de músico. Berugo integró desde sus orígenes una troupe de cómicos geniales de la TV (Ricardo Espalter, Eduardo D’Angelo, Enrique Almada, Andrés Redondo, Julio Frade y Raymundo Soto, a quienes se sumarían Katia Iaros, HennyTrayles y Gabriela Acher), que impuso un estilo humorístico de muy alto nivel. Allí eran varios los que también despuntaban el vicio de la música, algo que se hizo evidente en los sucesivos sketches donde se los veía interpretar canciones, que siempre daban pie al remate gracioso.
Por ejemplo, es muy recordada la parodia que hacían del terceto de Vinicius de Moraes, Toquinho y María Creuza, roles asumidos por Almada, Carámbula y Acher, respectivamente. También causó sensación en aquella época el segmento en el que conformaban una orquesta donde convivían los instrumentos convencionales con otros que no lo eran tanto, en sintonía con lo que estaban haciendo Les Luthiers por esos años. En esa formación, era Berugo el encargado de sacarle melodías a artefactos insólitos, como por ejemplo un serrucho, al que hacía sonar percutiéndolo mediante un palillo de xilofón.
Ya entrados los años ochenta, cuando se empezaban a respirar aires democráticos en la Argentina, proliferaron en la tele los programas de humor grueso, que mostraban y decían lo que antes había sido censurado. A esa etapa corresponde uno de los personajes más populares de BerugoCarámbula, el del payador Gabino (por Gabino Ezeiza, obviamente), que templaba su guitarra mientras ensayaba unas rimas que siempre hubiesen culminado en una guarangada, de no haber sido por la mano de su compadre (interpretado por Enrique Almada), que le tapaba la boca al trovador antes de que pronunciase un improperio.
Después vendría la consagración de Carámbula como conductor de programas de entretenimiento, que le valdría ocupar un lugar de privilegio en la memoria de los televidentes. Lejos quedó su único disco, “Solo de guitarra”, publicado en 1976 sin pena ni gloria. Mucho menos aún se recuerda su labor como maestro de ceremonias del Festival Prima Rock, en 1981, desempeño al que la revista Pelo criticó por pecar de un “paternalismo pontificante”. Berugo legó en sus hijos Gabriel y Joaquín sus inquietudes musicales y en su hija María la pasión por actuar.
Aquel payaso loco que tocaba jazz en Uruguay hace ya más de medio siglo, falleció el sábado en Buenos Aires, a los 70 años, tras padecer durante por lo menos una década las consecuencias del Mal de Parkinson. Entre los recuerdos que deja su paso por la pantalla chica, relumbra un aporte personal al que vale la pena destacar: se puede hacer reír con la música y se puede musicalizar la comicidad. Mixturar dos géneros a los que tendemos a pensar por separado, aunque tienen más cosas en común de lo que se podría suponer de antemano.