Cristina, la Historia y la industria

Por Gonzalo Neidal

DYN603.JPGCristina ha entrado en sus últimos cien días de gobierno.
Es probable que su singular psicología y su amor al poder no le deparen un futuro de placidez, satisfacciones y equilibrio emocional. Una de las cosas que más extrañará, sin duda alguna, será la posibilidad de utilizar la cadena nacional. Claro que le queda Twitter aunque naturalmente la palabra de la Sra. Kirchner menguará su predicamento cuando el sillón de Rivadavia sea ocupado por el nuevo presidente y éste comience a utilizar su propia lapicera para promulgar leyes y firmar decretos.

Los dominios de Clío
Esta semana la presidenta nos brindó dos discursos reveladores. Uno por Twitter, el otro en ocasión del Día de la Industria.
El primero versó sobre Historia. Polemizó con un académico del rubro, que la había aludido en una breve columna publicada en Clarín. Alejandro Corbacho, profesor de UCEMA, había mostrado su desacuerdo con la visión presidencial acerca de las razones del ascenso de Hitler al poder. Cristina había fincado la razón fundamental de este hecho en las condiciones humillantes que los aliados de la Primera Guerra Mundial impusieron a la derrotada Alemania en el Tratado de Versalles. Corbacho tuvo la mala idea de sugerir a la presidenta que esa visión es interesada y que la Historia ha dejado atrás esa explicación por considerarla unilateral. Señaló también que los políticos suelen hacer un uso abusivo de la Historia, buscando beneficiarse.
Esto enfureció a la presidenta quien le arrojó por la cara las observaciones realizadas por John Maynard Keynes, quien efectivamente siempre fue crítico de las elevadas reparaciones de guerra impuestas a Alemania.
Nos hemos permitido esta larga explicación previa para hacer notar lo que consideramos el hecho sustancial de la poco amable respuesta de la presidenta al académico. En sus desencajados tuits, Cristina acusa a Corbacho de “burro”, o sea de bruto y lo contrasta con Lord Keynes, intelectual de su adoración (sospechamos que vía Kicillof).
Existen temas que son opinables y que de ningún modo supone que alguien que sostiene una determinada posición, si está fundada, pueda considerarse un ignorante. Muchos intelectuales de izquierda consideraban, por ejemplo, que la agresividad del vigoroso capitalismo alemán obedecía a razones históricas aún más profundas: la tardía unificación de la nación a manos de Otto von Bismark (1870) había hecho que ingresara tardíamente al reparto de colonias. De todos modos, convergen múltiples factores cuyo peso individual cada historiador juzga.
Pero la concepción del populismo –cuya índole es similar a la de todos los autoritarismos, de izquierda y derecha-, pretende que quien no piense de determinada manera, es un burro. O un agente de la CIA.
El Profesor Corbacho debe comprender que en las actuales circunstancias del país, disentir de la opinión presidencial aún en temas complejos, controvertidos y ciertamente opinables, puede acarrearle epítetos poco académicos que, probablemente, denoten algún complejo de inferioridad no abordado a tiempo.

En la industria, stannotutti bene
La industria es una maravilla. Todo está bien. Todo marcha sobre ruedas y tenemos un presente brillante.
Quien perciba otra realidad, está equivocado. O es un burro.
Esto último no fue dicho por la presidenta en su discurso por el Día de la Industria pero en cierto modo se extrae de sus palabras.
Porque el discurso presidencial no deja lugar para las dudas. Si alguien descree, ahí están los números… del INDEC. Prestigiosas cifras que refutan todas las críticas.
Si caen las exportaciones, es a causa de que nuestros socios comerciales están mal. Que “el mundo se nos cayó encima”.
Una de las obsesiones del peronismo es empeñarse en demostrar que durante su gobierno el peso de la producción agraria en el total del PBI o de las exportaciones de ese origen en el total de exportaciones, no ha crecido. Si eso ocurriera, demostraría que la economía se ha “reprimarizado”, lo que sería un horror para un partido que gobierna en nombre del progreso industrial.
En realidad, lo que dice la presidenta no está alejado de la realidad. Los precios de las materias primas cayeron por la desaceleración china. Y esto afectó a toda la región, incluso a la Argentina. Lo que se omite decir es que el auge del período anterior estuvo traccionado fuertemente por el fenómeno inverso: un aumento de los precios de las commodities, del cual nuestro país salió altamente beneficiado, al igual que toda la región.
Pero ese tramo benéfico de esta década, lejos de atribuirse a esta circunstancia internacional, fue adjudicado a las excelencias de la política económica, al “modelo”.
Ahora que el modelo estalla en varios frentes, el gobierno intenta dos estrategias complementarias: una, ocultar la situación con números falsos; la otra: echar la culpa de todo a la ineficacia de los gobiernos de otros países que ¡vaya incapacidad! no pueden sostener las favorables condiciones de la economía mundial para que este gobierno entregue el poder sin mella alguna.
Nos atrevemos a pronosticar que los próximos cien dias, hasta la entrega del poder, no serán de los mejores que haya vivido la presidenta.