Cuba blue

Sexualidad

IMG_9778Club Las Vegas, La Habana Nueva, 23 horas. El periodista se encuentra a uno de los conserjes del hotel donde se alojaba.

Periodista: ¡Ey! ¿Cómo va Miguel? Viniste rápido del trabajo hasta acá.

Conserje: Sí, sí hermano. Nuestra casa a medio camino entre el Hotel Iberostar y este local.

P.: ¿Ella es tu esposa?

C.: Rosita. Así es.

P.: Mucho gusto -le profirió con sonrisa el turista que aquí escribe – . ¿Disfrutando un poco después de las obligaciones?

C.: No tanto brother. En realidad venimos a trabajar.

P.: ¿A trabajar?

C.: Rosita trabaja con mujeres y yo con hombres. Así queda todo claro entre nosotros y no hay problemas.

Héroes

Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, 21 horas. Encuentro con José Antonio (Pepe), habanero referido por un cordobés que ya viajó alguna vez. Ofició desinteresadamente de guía.

José: Vamos caminando por aquí. En segundos, justo a la nueve de la noche, todos los días del año, sin excepción, van a ver gente de blanco haciendo un ritual español y encendiendo una salva que irá hacia el agua que nos separa del centro histórico.

Periodista.: ¿Una bala de cañón? ¿Por qué?

J.: Tradición del siglo XVIII, cuando desde esta Fortaleza disparaban a las 6 de la mañana para anunciar la apertura de las puertas de la ciudad, y luego lo hacían de nuevo a las 9 de la noche para visar que se cerraban. En aquel entonces la pequeña capital de la Isla estaba rodeada por una muralla que definía sus límites.

P.: ¿Y qué hay hacia el otro lado? Veo todas vallas y es cómo que no se puede pasar

J.: Ahí – dijo en voz baja el anfitrión – fusilaba Ernesto Guevara a que no querían la Revolución. Hay  paredones abajo.

P.: ¡Qué!

J.: No quise ofenderlo. No es que no tenga en cuenta su nacionalidad, pero usted me preguntó y así se cuenta aquí. Claro que no es la historia oficializada.

Economía

La Habana Vieja, media mañana. Caminata por pequeños comercios de alimento y visita a hogares junto a la señora Lázara, ama de casa.

Lázara: Mi hija hace café para la gente de la cuadra.

Periodista: ¿No es todo del Estado?

L.: Se permiten pequeños comercios de propiedad privada. El problema es que los precios de las cosas s los fija el Estado. Un paquete de café cuesta un salario mensual. Por eso es imposible que la gente tenga cosas de su propiedad.

P.: Pero  entonces, ¿cómo hace su hija o cualquiera que tenga un “paladar” (pequeñas casa de comida dentro de hogares particulares) para comprar el insumo?

L.: Como hacen todos aquí. Es el mercado negro el que mueve el país.

P.: ¿Y cómo se abastece ese mercado negro?

L.: Hijo, lo que para usted está mal, para nosotros es la única manera de vivir. No es que nuestro espíritu sea de menor calidad moral que el suyo, es que hay necesidad.

P.: ¿Pero cómo funciona la economía real?

L.: Se roba la producción del Estado hijo. Desde la comida, pasando por los habanos y el ron, hasta ropa. Se roba, pero al Estado, no a los demás. Es una cadena que empieza en el rector de la fábrica y termina en el operario. El café, mi hija lo compra al precio del salario de medio día de trabajo, y fíjese el precio oficial equivale a un mes de trabajo.  Somos todos pobres, en eso si somos socialistas aquí. Pero el mercado negro es capitalista creo.

Transporte

Cuatro de la tarde, unos 30 grados centígrados acompañados de por lo menos 70% de humedad ambiente. Entre autos norteamericanos de hasta 1958 (mayormente Chevrolets)  y cientos de Lada (y demás coches rusos de la Guerra Fría), afloran permanentemente bicicletas con estas características: un asiento para el conductor, dos asientos detrás, cubiertos estos últimos por techo.  Una de esas bicicletas frena y quien pedalea, joven, magro y sudado, dirige la palabra.

Conductor: Buenos día. Good morning.

Periodista: Hola. Hablamos español con mi compañero.

C.: Los llevo donde quieran, les consigo lo que quieran y me dan lo que quieran. Mi nombre es Enriquito.

P.: Amigo, pesamos 80 kilos cada uno. Gracias.

C.: Tracción a sangre se mueve el mundo compay. No se haga problema que acá fuerza sobra.

P.: Muy atento, de verdad, pero vamos a pie.

C.: Amigo, si usted camina yo no como. No le tenga pudor por favor. Valoro las personas así pero en la práctica no ayudan a llevar los pesitos a la casa.

Artes y medios de comunicación

Bodeguita del Medio, famoso y minúsculo puesto de ron con música en vivo, pleno día, plena sobriedad también. En el intermezzo que separa piezas populares de Buena vista Social Club con piezas populares también de Buenavista Social Club, Gumersindo, el músico del quinteto que toca el Tres (guitarra de 3 pares de cuerdas que puntea en melodías tradicionales cubanas) con sus aproximadamente cincuenta años de edad, dirige su mirada y palabras.

Músico.: ¿Qué quieren escuchar?

Periodista: Algo de Pablo Milanés o Silvio Rodríguez además de son, ¿sería factible?

Músico: ¿Por qué eso?

P.: En nuestro país se escucha bastante.

M.: Se escucha bastante. ¿Sabía que Milanés estuvo preso por la Revolución y Rodríguez también?

P.: ¿Qué?

M.: Esos embajadores musicales de la Revolución eran anticastristas hermano. Pero se ve que los convencieron. ¿Conoce “Ojala”?

P.: Si. Es la que más suena allá.

M.: “Para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones” –tararea Gumersindo-.  Eso era dedicado al cansador de Fidel Castro.

P.: Es una broma…

M.: No es broma. Cinco canales de televisión, unas 20 radios y el diario principal. Todos del gobierno. Todos sus discursos. No es fácil compay.

Como las fuentes – obreras por cierto, por lo tanto beneficiarias de la Revolución – están consignadas por nombre sin apellido, y aun consignadas con apellido no se las podría ubicar en Facebook u otras redes sociales para comprobar su existencia simplemente porque a los cubanos no les permiten usar internet (una hora cuesta 4 Euros, el 20% de un salario estándar), sería muy válido descreer de la veracidad de todos los diálogos expuesto acá o pensar en el caprichoso criterio de selección de tales diálogos si es que efectivamente han ocurrido (paralelamente es muy válido también dejarse sin cortar la legitimadora barba militante). Total, quitando de lado la moral – porque además nadie sabe a ciencia cierta qué es eso exactamente -, la verdad y la mentira son por igual instrumentos para argumentar las posiciones prefijadas por las pulsiones. Nuestros respectivos yo interiores puedan dar fe de eso último (no mire para otro lado, mire para adentro: ¿no es así?).

Y obviamente un lugar común para cerrar esta columnita: hasta la Victoria siempre. (Victoria, Victoria, ¿no es la chica esa de la que tanto habla el kirchnerismo y ahora Scioli?).