“El que votó a De La Sota, ahora va a votar a Scioli”, aseguró tajante Alberto De Fazio, senador bonaerense y hombre de confianza del candidato presidencial del FPV. La insistencia con esta hipótesis, que había caído en desuso, tiene que ver con los efectos negativos que habría producido la polémica en torno a la elección provincial en Tucumán.
La unidad de la oposición en torno a la denuncia de fraude emitida por el radical José Cano y la consecuente respuesta de Cristina Kirchner colocaron al gobernador bonaerense en el escenario que más lo incomoda: la polarización alrededor del eje kirchnerismo-no kirchnerismo.
Desde el comienzo, la hoja de ruta sciolista preveía contener inicialmente al cristinismo duro para luego ampliar la base de sustentación hacia las expresiones justicialistas que se encuentran por fuera de las fronteras del oficialismo nacional. Fieles a esta lógica, los leales del gobernador lanzaron la tesis de captación del electorado delasotista apenas finalizadas las primarias de agosto.
Este mensaje, además de funcionar como un acercamiento al peronismo cordobés, perseguía darle coherencia al discurso sciolista. Los estrategas del candidato del FPV utilizaban esta teoría para augurar un esquema electoral proclive a un triunfo en primera vuelta. Si los votantes de De la Sota se decantaran por el bonaerense, este conseguiría superar la valla del 40%.
Ante esta primera ofensiva, los referentes de UNA respondieron sumando fuerzas y aglutinando a sus equipos. Además, el tigrense incorporó el libreto del gobernador de Córdoba a su campaña buscando una identificación de sus electores con su candidatura presidencial.
Esta muestra de unidad entre Massa y De la Sota produjo un repliegue discursivo momentáneo del sciolismo; pero la emergencia política producida por el conflicto tucumano obligó a las principales espadas del FPV a reconsiderar esta decisión.
Lo primero que se esbozó como reacción fue una vuelta a la pejotización de la campaña. Referentes territoriales peronistas salieron a sostener la candidatura del bonaerense e incluso a diferenciarlo sutilmente del kirchnerismo ortodoxo. Algunos de estos dirigentes le sugirieron volver a cultivar su perfil moderado, enturbiado la noche en la que proclamó triunfador a Juan Manzur en las elecciones tucumanas. Los más audaces se animaron a resumirlo en una consigna casi humorística: “hay que volver a sciolizar a Scioli”.
Para lograr este efecto resulta necesario apelar al caudal electoral del justicialismo tradicional que los sciolistas identifican, en gran parte, con De la Sota. De Fazio fue explícito en su pronóstico al sostener que quienes optaron por el cordobés en las primarias de agosto “saben que no le tienen que hacer el juego a la derecha”, cuestión que, según el senador provincial, provocaría una decisión final favorable al candidato del oficialismo nacional.
José Luis Gioja, gobernador de San Juan y referente ineludible del justicialismo, fundamentó de la misma manera su augurio de triunfo de Daniel Scioli en primera vuelta. “Vamos a llegar al 40% y a la diferencia de diez puntos para que no haya segunda vuelta. No tengo dudas que los votos de Adolfo Rodríguez Saá y José Manuel De la Sota tienen que ver con el Justicialismo y van a estar con el Frente para la Victoria”.
Además, no se privó de caracterizar amablemente a los dos líderes del peronismo no kirchnerista. Muy alejado del discurso oficialista duro, el sanjuanino dijo que tanto el cordobés como el puntano son “ocasionales adversarios” y aseguró que”van a tener menos problemas en juntarse con nosotros que con Macri”.
El sciolismo busca retomar la iniciativa política y volver a posicionarse como favorito para la primera vuelta electoral prevista para octubre. El retorno de sus principales referentes a la hipótesis que supieron bosquejar apenas finalizados los comicios de agosto demuestra que la apelación a la cosecha electoral del gobernador de Córdoba sigue siendo imprescindible para sus planes.