Por Gabriel Ábalos
gabrielabalos@gmx.com
[dc]N[/dc]o siempre la ciencia-ficción exige a un autor o una autora hacer gala de su mentalidad y conocimiento científicos; a veces basta con una buena historia y una buena imaginación, si los detalles técnicos de la historia y del mundo que se está describiendo son secundarios. En otras ocasiones la carga científica es más densa y forma parte del nivel de verismo que procura un determinado autor, en función precisamente de los detalles y de la justificación del entramado que reclama la historia a narrar. Este último es el caso de Daniel Martín, un escritor muy vinculado afectiva y culturalmente a Córdoba, cuya formación incluye estudios avanzados de matemáticas en FAMAF y luego en los Estados Unidos. Martín se dedicó luego a la lingüística, y actualmente es catedrático de lengua española y literatura iberoamericana en la Universidad Nacional de Australia, en Camberra, donde reside hace varios años.
Ediciones Ayarmanot de Buenos Aires, acaba de editar su novela Piratas Genéticos, cuya lectura disfrutarán los degustadores del género que Borges se resistía a llamar “ciencia ficción”, ensayando las denominaciones de “fantasía de carácter científico” o incluso “imaginación razonada”.
Piratas Genéticos relata las experiencias de cuatro personajes, viajeros intergalácticos destinados a una misión colonizadora en una remota constelación, en un tiempo histórico distante en milenios de nuestra actualidad, durante el IV Imperio Homínido. Es un escenario de activas colonizaciones y de quimeras creadas mediante la reescritura del código genético de las especies, para fines específicos. También un tiempo de cerebelos cuánticos, que han trasladado el poder de la red al interior de las cabezas. Los cuatro viajeros deben evaluar cada quien su situación, tras despertar de su hibernación y encontrarse con que la nave ha sido retenida, interrumpiendo el curso de su misión original. Cada uno de los personajes es sometido a un invasivo e inquisitorial sondeo de sus memorias cuánticas por parte de sus captores, que intentan violar los secretos encriptados en sus cerebros. El motivo de ese secuestro que viola acuerdos intergalácticos, reside en la urgencia por desactivar una rebelión declarado en un planeta colonizado en la galaxia M-90 de la constelación Virgo, con condiciones similares a la Tierra.
El mundo construido por Daniel Martín va siendo revelado progresivamente y desde las perspectivas de cada uno de estos cuatro personajes: un bioingeniero con genes de hombre y orangután; un ingeniero socio-genómico homo-neanderthal; una bellísima lubricadora social de genes homo-bonobo que reúne en sí los dones de la prostituta profesional, destinada a satisfacer los deseos sexuales en el vasto escenario interplanetario, y los de la sacerdotisa tántrica. Y el comandante de la misión terraformista, el único humano de genes homo-homo alfa, de diseño mejorado.
Cada uno de ellos desarrolla su línea de acción a merced de los secuestradores, su lucha por descubrir su propia identidad en medio de hechos vagamente reconocidos, recuerdos implantados, el acceso a otros circuitos de memoria y de comunicación y diferentes estadios de encarnaciones y reencarnaciones, totales o parciales, durante su estadía forzosa en territorio enemigo. Es en cierto modo un thriller cuya tensión reside en la necesidad de establecer qué es lo que está realmente ocurriendo.
En el mundo formulado al detalle por Daniel Martín la preeminencia humana ha sido puesta en disputa por otras especies, en el marco de una lucha de intereses de grandes corporaciones galácticas por el dominio del universo conocido. La narración se centra en los modelos de sociedad a organizar en los nuevos territorios conquistados, arrasados y colonizados. La Corporación Berlusconi-Vaticano se rige por un modelo autoritario, de rígido control genético de la población de planetas donde se han reproducido las condiciones terrestres y que llevan medio milenio de historia, o más. Sus agentes son piratas genéticos, violadores del principio de libre albedrío instaurado por un acuerdo intergaláctico, tras un cisma en la catedral de San Sísino, en Ganimedes, contra la Biblia Tántrica. Sus líderes son una virgen Marozia abeja reina y un papa Zángano. También pesa una poderosa corporación llamada China-Cola, con sede en la Vía Láctea.
Temas como la muerte y la reencarnación, la lucha por la supervivencia, las iglesias que administran el poder salvacional en un escenario virtualmente infinito, las comunicaciones entre los seres, los impulsos sexuales y las tecnologías mejoradas del placer, la persistencia de ideologías y de poderes establecidos, tienden aspectos de un mundo que desafía al lector. Sin embargo, los “intrusos” que leen la novela, aun encontrando la explicación tanto en términos científicos como en neologismos propios del imaginario del autor; aun en una dimensión con otras reglas, de un universo de proyección ultra futura, tienen todo a mano para ir siendo testigo de lo que ocurre.
El futurismo siempre se expone al riesgo de volverse tempranamente demodé. Sin embargo, persisten aquellos intentos que ponen en el centro de un escenario de múltiples cambios en el entorno histórico y tecnológico, las cuestiones básicas de la humanidad, la supervivencia, el miedo, los deseos, la lealtad, la tentación, el misterio. Piratas Genéticos es una novela que indaga en ese límite de la identidad humana, lanzándola a una aventura cuyas reglas no nos son del todo desconocidas, y una historia en 277 páginas que en cierto modo nos abduce al leerla, porque su narración resulta irrecusable.