Por J.C. Maraddón
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[dc]S[/dc]i Lana del Rey buscaba desde un principio constituirse en referencia para la inconmensurable colonia de melancólicos que habita este mundo, todo indica que con su próximo disco, que aparecerá en septiembre bajó el título de “Honeymoon”, esta lánguida cantante estadounidense redobla su apuesta. Con apenas dos canciones conocidas como adelanto de es inminente álbum, ya es suficiente para percibir que el clima de oscuridad vintage que ha caracterizado a sus anteriores trabajos, desciende aquí hasta profundidades insondables.
En julio se conoció “Honeymoon”, el tema que da título al disco, donde la sugerente voz de Lana del Rey nos introduce en una extraña dimensión, cargada de pompa y circunstancia, con arreglos orquestales que parecen salidos de la música incidental de una película de misterio. “Los dos sabemos que no está de moda amarme”, canta ella casi a capella; una frase que resulta desmentida por la realidad, porque la intérprete suma fanáticos de a millares y está claro que escuchar sus canciones es uno de los ejercicios que se le recomienda a cualquiera que pretenda estar a la altura de las últimas tendencias.
En idéntica dirección se encamina “High By The Beach”, el segundo single que anticipa el futuro álbum y que fue dado a conocer el lunes pasado. En este track, Lana del Rey vuelve a incursionar en su acercamiento al trip hop: sobre una base suavemente electronizada y con un órgano de sonido casi eclesiástico como fondo, ella entona versos sobre otra de sus evanescentes historias de amor. Y juega en el estribillo con el doble sentido de la frase “All I wanted to do is get high by the beach”, que puede referirse tanto a “drogarse” como a “hacer el amor” en la playa. “Todos podemos recomenzar/ No a través del amor pero sí a través de la venganza”, susurra esta treintañera que ya lleva tres álbumes editados y de la que mucho se ha hablado, bien y mal, durante los últimos cinco años.
Devota de ciertas vocalistas de los años sesenta, como Nancy Sinatra, Lana del Rey ha forjado un estilo propio que combina una dosis precisa de estética retro con un feeling completamente actual, que la acerca desde el sentimiento a esa generación de chicas que crecieron leyendo esas novelas de amores entre vampiros y humanos. Su propuesta, actualizada a este 2015, encastra sin dejar fisuras con el espíritu de la época, en el que la nostalgia por un pasado no vivido se superpone con el aburrimiento de un presente recargado de virtualidad. Y, sobre todo, con una desorientación que cubre al futuro de una bruma por demás espesa.
Tal vez los adolescentes la conocieron en 2013 gracias al remix que el deejay francés Cedric Gervais hizo de su tema “Summertime Sadness”, una versión que se bailó en las discotecas y que entró en el top ten de los principales charts de Estados Unidos e Inglaterra. Pero cuando buscaron algo más de eso mismo en sus discos, se encontraron con que la poción musical allí presente no tenía nada que ver con las bolas de espejos. Hubo muchos que huyeron en busca de otra cosa, pero no pocos se quedaron allí y no se fueron más.
Podría decirse que, entre la multitud de voces femeninas que han surgido en los últimos años dentro de la música pop, la de Lana del Rey es una de las más exóticas. Una vez que la digirió, la crítica empezó a adoptarla como una de sus favoritas. Y ella va ahora otra vez, con el álbum “Honeymoon”, en busca del colmo de la melancolía, ese lugar donde el tiempo transcurre lentamente mientras afuera el vértigo nos envuelve a todos.