Un triunfo con sabor amargo

Por Rosendo Fraga
para nuevamayoria.com

DYN627.JPG[dc]L[/dc]as elecciones se ganan por un voto y por ello, sin duda, el PRO ha ganado la segunda vuelta de la elección de Jefe de Gobierno porteño. Pero las expectativas determinan los efectos del resultado. Se esperaba que el macrismo ganara por 10 puntos; incluso sus bocas de urna daban ese resultado.
Frente a esta expectativa, el triunfo por 3 puntos implica retener el gobierno porteño, pero no favorece a Macri en sus aspiraciones de llegar a la Presidencia.
Las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires siempre han sido particulares y, en la mayoría de los casos, diferentes a las del resto del país.
Si bien por lo general el oficialismo nacional ha sido derrotado en el distrito, el 19 de julio ha sido la primera vez en la cual el 100% de los votos positivos han sido para fuerzas de la oposición al gobierno nacional y que, además, integran en este caso una misma coalición política.
Pero el triunfo del PRO por sólo 3 puntos hace que tanto Scioli como Massa, los competidores de Macri en las presidenciales, sientan que han obtenido un triunfo.
En cuanto al sistema electoral, esta elección ha puesto en evidencia la importancia de las segundas vueltas.
El sistema de balotaje clásico, ideado en Francia, establece la necesidad del 50% más uno de los votos positivos para ganar en la primera vuelta. Este sistema ha sido adoptado en la región por países como Brasil, Chile, Colombia y Uruguay para sus elecciones presidenciales. Otros, como Ecuador, Nicaragua y Argentina, tienen un balotaje atenuado: para ganar en primera vuelta se exigen porcentajes menores.
Si la Ciudad de Buenos Aires hubiese tenido el mismo sistema que el país, Rodríguez Larreta hubiera ganado en la primera vuelta el 5 de julio, ya que obtuvo más del 45% de los votos y más de 10 puntos de ventaja sobre el segundo, que es lo que determina la Constitución Nacional.
En síntesis, el sistema nacional hace más fácil para la primera minoría electoral ganar en primera vuelta.
Quienes reclamaban a Lousteau que renunciara a competir, o quienes plantean que la Constitución porteña debe reformarse para bajar el porcentaje para ganar en primera vuelta, deben ahora revisar su posición, ya que el candidato de Eco pudo haber ganado.
Pero el triunfo del PRO porteño confirma algo que vienen anticipando las últimas elecciones presidenciales en América del Sur y las elecciones adelantadas que han tenido lugar en el país este año: quien está en el poder corre con ventaja para ganar, y mucho más si la oposición está dividida.
De las diez elecciones anticipadas que se han realizado este año, el oficialismo local se ha impuesto en nueve -incluyendo Tierra del Fuego, donde un aliado del Gobierno fue sustituido por el FPV- y sólo perdió en Mendoza, frente a una coalición que reunió a la casi totalidad de las fuerzas opositoras.
El 19 de julio el PRO se vio beneficiado por ser el oficialismo local, pero en la elección presidencial será a la inversa.
El caso de Lousteau es un ejemplo de cómo en política a veces se puede ganar perdiendo. Aunque ha sido derrotado, el porcentaje obtenido lo ubica como segunda fuerza electoral porteña; ha reducido sustancialmente la diferencia en su contra que existió en la primera vuelta y se trata de alguien que lleva apenas dos años actuando en la política porteña.
Para Macri el triunfo en la elección porteña era la condición necesaria, pero no suficiente, para su éxito en la elección presidencial. Es que una derrota en el distrito que ha gobernado durante ocho años y que muestra como modelo para su gestión nacional, hubiera sido difícil de superar.
El triunfo tan ajustado no genera certeza de ganar. Se trata de la última elección de distrito adelantada antes de las PASO nacionales del 9 de agosto. Por eso, desde esta perspectiva no llega con el mejor resultado, aunque haya ganado.