Catarata de números

Por Gabriela Origlia

DYN916.JPG[dc]“E[/dc]s sintomático que la Presidenta tiradora de estadísticas sea la que presidió la destrucción de las estadísticas públicas argentinas”, decía un tweet cuando Cristina Fernández llevaba 70 minutos de autoeleogios basados en números e incluso apreciando comentarios del Financial Times (el periodista al que citó le contestó agradeciéndole la mención pero aclarándole que los bonos suben porque ella ya se va)  y del Banco Mundial, dos fuentes que habitualmente vapulea.
El último discurso ante la Asamblea Legislativa mantuvo el tono de todos los anteriores: sin excepciones lo hecho está bien, la herencia recibida fue pesada, el mundo se cae y Argentina sigue marcando rumbo para el resto. Nada nuevo bajo el sol.
En lo económico, el repaso incluyó tergiversaciones hasta de los números del Indec que ya vienen “corregidos”. Por citar sólo algunos, la Presidenta habló del incremento de las exportaciones de biodiesel, las que se desmoronaron; la participación de la Industria en el BBI no subió sino que bajó; los créditos de ProCreAr en número son más pero los montos dados no rinden porque la inflación impactó en los costos; Aerolíneas perdió plata todos los años desde que se estatizó.
También presentó como logros algunas medidas que en realidad son parches a problemas generados por el propio Gobierno como el Precios Cuidados y el Ahora 12 (nacidos a causa de la inflación que nunca admitieron ni ella mencionó; obviamente se expanden porque todos buscan cubrirse de las subas de precios), los fondos de Anses destinados a temas que nada tienen que ver con las jubilaciones (desde computadoras en las escuelas o viviendas) y que ponen en riesgo a los futuros pasivos o el aumento de la Asignación Universal por Hijo (está bien que exista pero es un plan social que debería reemplazarse por ingresos genuinos).
“No permitimos un solo despido en la industria automotriz”, señaló en referencia a las “arduas” negociaciones con las terminales. Son cientos los empleados que tenían contratos en la industria que podrían acercarle a la Presidenta la copia de su finalización. ¿Podría haber sido peor? Sí, seguro. Y también podría haber sido menos grave la crisis sin un impuesto que fue un manotazo de ahogado y si la restricción de dólares no obligara a debates permanentes para conseguir US$150 millones al mes (la mitad de lo necesario).
“Hemos desendeudado definitivamente a la Argentina” fue otra de las frases de medias verdades dichas durante el discurso. La deuda intraestatal se disparó a la estratósfera pero en el kirchnerismo nadie la menciona porque no está en los planes pagarla. Por supuesto, estuvieron presentes los acuerdos con los chinos (“que son chinos pero no tontos”) cuya bondad no puede ser evaluada por todos porque la mayoría no se hizo pública.
Entre las menciones y cifras se refirió al federalismo. De seguro a los asistentes les faltó aclararle a la Presidenta que no crecieron los fondos de giro automático a las provincias sino los que se resuelven de manera arbitraria. Ese es el problema ya que constituye un retroceso que los recursos se distribuyan por amistad y no por ley. Agregó “Nunca, en toda la historia argentina, ha habido más federalismo en la distribución del gasto”. Lo que falta son los dineros para cubrirlo proporcionales.
Como anuncio -con ocho meses por delante no se podían esperar muchos- la Presidenta adelantó que enviará un proyecto para estatizar los trenes que quedan en manos privada con lo que, dijo, se ahorrarán $415 millones.
Como todos los gobernantes en estos casos, la Presidenta agigantó los logros y ocultó los problemas.  Esta vez, como pasa siempre al terminar de escuchar a los dirigentes,  nos preguntamos si estamos en el mismo  país/provincia/ciudad que ellos.