[dc]“E[/dc]se espacio tiene sus problemas para tomar decisiones”, dijo en modo gerencial Mauricio Macri -cuando lo entrevistó Mario Pereyra en Cadena 3, el viernes pasado- para referirse a la democracia interna que, aún con sus excesos, distingue a la Unión Cívica Radical del resto de los partidos políticos.
A su lado, en el estudio de la radio, estaba el radical Oscar Aguad, quien unas horas antes había participado junto a los demás referentes partidarios de la escenificación de la unidad en el Estadio del Centro, un acto cuyo propósito para entonces ya comenzaba a desvanecerse.
Macri vino a la ciudad a una cumbre climática y provocó una tormenta.
El porteño pareció actuar como un interventor, seguramente incómodo por el sistema de toma de decisiones de la UCR, lo que molestó a muchos, incluso a aquellos que entienden que el radicalismo debe terminar aliado al PRO.
Macri sostuvo que el denuncista Luis Juez -el mismo que alguna vez lo calificó públicamente de “pelotudo”- debe formar parte del equipo (por usar una expresión macrista).
Con su boca, Juez ha enchastrado a todos. No sólo a Macri, de quien además puso en duda su honestidad, sino además a Mestre, al que llevó a la Justicia porque lo considera un corrupto.
Hablar de aliarse con Juez significa clavar una cuña en el radicalismo cordobés.
Por supuesto que hay dirigentes de la UCR provincial con distinto punto de vista sobre eso, pero que otro potencial aliado, y también discutido, llegue a Córdoba a pontificar lógicamente habría de hacer ruido.
Extrañamente, Macri no encuentra una contradicción entre el gobierno municipal de Córdoba 2003-2007 y la decisión de administrar el Estado sin populismo.
Macri dijo que Juez le pidió perdón y que él le creyó. El jefe del Frente Cívico tiene esa habilidad. Lo perdonó Mario Negri por aquella denuncia de recibir seis o siete millones de pesos del gobierno delasotista para favorecer el triunfo de Juan Schiaretti en 2007; también lo habrá hecho Aguad, quien para Juez es (o era) un “facho” con un “pasado represor” sin más diferencias con José Manuel de la Sota que “la peluca” del gobernador.
Alguna vez deberá analizarse si Juez ejerce una superioridad psicológica sobre los radicales.
En las últimas semanas los pasó por arriba dos veces. La primera cuando después de la victoria de la alianza PRO-UCR en Marcos Juárez consiguió que se hable únicamente de si se había reunido o no con Ramón Mestre, y se colocó en el centro de la escena. La segunda, ahora, cuando de la foto de la unidad radical en el Estadio del Centro nadie se acuerda y todos discuten otra vez si debe estar en la alianza o no.
Las declaraciones de Aguad, como las de Macri, alteraron las aguas del radicalismo.
El diputado nacional sostuvo que Juez es una “pieza importante para el armado” y que Mestre debía dejar de lado las “cuestiones personales” que lo distancian del jefe del Frente Cívico. Y además, dijo que no podía entender que para algunos correligionarios suyos Macri fuera un límite, porque pensando él lo mismo que el porteño, quedaba también ubicado en una frontera exterior al partido.
Mestre, claro, no considera una cuestión personal el embate de Juez contra él y su gestión, sino política; y el propio senador del Frente Cívico opina exactamente lo mismo.
Negri, aferrado al UNEN clásico, también miró torcido a Aguad. Ayer recordó en Twitter que en el Estadio del Centro dijo “venimos con nuestras diferencias a construir la unidad como sentido estratégico” y que eso “se dañó a las 24 horas”.
De todos modos, en el acto del jueves por la noche, todos los referentes radicales hablaron de la necesidad de construir una alianza con la UCR como columna vertebral, pero marcaron sus diferencias. Por ejemplo, Negri, advirtió que “la política no es un supermercado de nombres”, en lo que pareció una referencia al estilo gondolero del PRO para sumar candidatos. Y Mestre criticó a los que “llenan la administración de dirigentes y acólitos”, obviamente en relación a Juez.
La unidad de la UCR quedó en alerta amarillo (PRO). Hasta fin de año, habrá mucha tensión.