Por Gabriel Osman
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[dc]A[/dc]lgunas veces en sordina, otras en la cara, el ala radicalizada de la administración kirchnerista de la UNC le reprocha a la Facultad de Ciencias Agropecuarias de haber involucrado a la casa de estudios en el conflicto aún irresuelto por la radicación de una planta procesadora de semillas de maíz en el “barrio” más pobre de la ciudad de Córdoba. No es un reproche homogéneo. De hecho, los planteos más encendidos provienen del kirchnerismo dentro de la propia unidad académica, inducido, eso sí, por uno de sus docentes VIP: Alberto León, secretario general de la Universidad, el cargo más importante en el gabinete del rector Francisco Tamarit.
Son los reproches más sorprendentes que le puede hacer la “izquierda” K a la unidad académica de la casa de estudios más aludida en proyectos de esta naturaleza. Fue durante el gobierno de Carolina Scotto que el kirchnerismo universitario militó este conflicto con un claro objetivo de rédito político-electoral, que en las vísperas de la campaña por las legislativas de octubre retumbó en el Consejo Superior, cuando el organismo de gobierno se expidió con un pronunciamiento para nada neutral a favor de los piquetes ambientalistas que bloquearon el acceso a las instalaciones en construcción.
En este año –no electoral- la Facultad que conduce Conrero incursionó en Malvinas Argentinas, haciendo un uso propio de sus actividades y obligaciones de extensión, para llevar ciencia a un debate viciado de política. Si se quiere, para poner en valor un debate degradado por mucho entusiasmo y poca información de “jóvenes idealistas” arriados por “ambientalistas profesionales”.
Como se decía, la opinión sobre este tema no es uniforme, como tampoco lo es en torno a otra cuestión medio ambiental: la explotación a cielo abierto de Bajo de la Alumbrera, en Catamarca. Un porcentaje de las regalías de este yacimiento es, por ley, para el sistema universitario –por los trabajos en el hallazgo de un investigador de la Universidad Nacional de Tucumán-, pero la UNC lo rechaza año a año, aunque podría usar esos recursos para financiar campañas contra la misma explotación o cualquier otra causa en defensa del medio ambiente.
UNC es, merecido o no, un sello de calidad, uno de los principales activos que tiene la casa de estudios que no debería ser malversado. Los dos momentos de la construcción política del proyecto “Tamarit rector” probablemente apuntan en esta dirección: hizo lo necesario para ganar en la Asamblea Universitaria de marzo de 2013, se raspó en la disputa política y, después de asumir, armó un relacionamiento institucional en un contexto poco favorable para un kirchnerista, definido por un gobernador peronista anti K y un intendente radical de similar posicionamiento con el gobierno nacional.
Más que bastante como para dejarse arrastrar después por los “jóvenes idealistas” de La Bisagra. Máxime teniendo en cuenta que la agrupación enfrenta en estos momentos un pasivo político ilevantable: la fuga de la principal figura inspiradora de su principismo, la ex diputada nacional Carolina Scotto.