Por Rosendo Fraga
para nuevamayoria.com
[dc]L[/dc]os indicadores sociales muestran en 2014 una evolución peor que en 2009, el único año en el cual el Kirchnerismo tuvo la economía en recesión. La inflación es 40% anualizada y es más probable que suba a que baje en lo que resta del año. En Mendoza se estima que, anualizada, está llegando al 50%. Es una situación muy diferente a la de cinco años atrás, cuando la recesión moderó la inflación y la mantuvo en torno al 15%.
El nivel de pobreza es superior a entonces y hoy se ubica alrededor del 27%, que en los menores puede llegar al 35%, dado que las familias que viven por debajo de la línea de pobreza tienen mayor tasa de natalidad.
Hoy puede estimarse que, hacia fin de año, el porcentaje de población bajo el nivel de pobreza alcanzará a un tercio de la población (33%), siempre y cuando la inflación anualizada se mantenga en torno al 40%.
Hay indicadores que evidencian un fuerte deterioro del consumo: ha caído varios puntos la venta de alimentos en los supermercados y de nafta en estaciones de servicio. El dato más relevante es que, año contra año, la cantidad de basura ha disminuido en 20%. Esto quizás muestre que la caída de la actividad es mayor a lo que se estima hasta ahora.
La realidad socio-laboral argentina muestra que, sobre 42 millones de habitantes, la población económicamente activa son 17,5 millones. De ellos, solo 8 millones son trabajadores registrados o en blanco. Puede sumarse a ello casi otro millón de trabajadores autónomos que están aportando efectivamente al sistema provisional.
Desde esta perspectiva, debe registrarse que la mitad de la población económicamente activa está en la formalidad y la otra en la informalidad (trabaja en negro, vive de subsidios o está desocupada). El promedio salarial de quienes trabajan en la informalidad es aproximadamente la mitad de quienes tienen un trabajo formal.
Además, cuando la economía entra en crisis, la destrucción de puestos de trabajo en el trabajo formal es gradual o escalonada. Primero se reducen horas extras, después se adelantan vacaciones y se reducen jornadas de trabajo, luego siguen las suspensiones y finalmente los despidos.
Sobre este universo del trabajo formal -que es el representado por los sindicatos-, hoy puede estimarse que aproximadamente 50.000 trabajadores están sufriendo suspensiones. La cantidad de trabajadores formales ha sufrido una caída en los últimos meses, pese a que el sector público sigue aumentando su dotación. Ello evidencia que la destrucción de empleo ha comenzado y se está dando con intensidad en el sector privado.
Pero mientras en los 8 millones de trabajadores formales la absorción de la crisis es gradual y atenuada, en el mundo informal es inmediata y automática. Cuando la recesión comienza, el “no vengas más”, “vení la mitad del tiempo” o “te puedo pagar la mitad” es un ajuste inmediato, que lo sufren muchos de los 6 millones de trabajadores informales. No hay números precisos sobre la cantidad de puestos de trabajo que se han perdido en los últimos meses en la informalidad.
Quien ve afectado su ingreso total o parcialmente en el trabajo en negro, no tiene indemnización por despido, tampoco protección laboral ni obra social. Además, es el sector que más sufre la inflación: consume casi exclusivamente alimentos, tiene que pagar al contado o comprar fiado, no puede financiarse con tarjeta de crédito, compra normalmente en el almacén de barrio y no puede aprovechar las ofertas y descuentos de las cadenas de supermercados. Pero su situación más crítica es cuando tiene que comprar medicamentos.
El aumento de la concurrencia a comedores populares, la lucha cada vez más violenta y desordenada por la apropiación de la basura y el aumento de la mendicidad -muchas veces compulsiva- son manifestaciones del ajuste en el mundo informal.
Los trabajadores formales están representados por los sindicatos y los desempleados por los llamados “movimientos sociales” (piqueteros y sus cooperativas). Pero los trabajadores informales casi no tienen representación.
Este año se ha formado una Central de Trabajadores Precarizados (CTP), que integra agrupaciones kirchneristas y de izquierda, pero que tiene muy bajo nivel de desarrollo y que mayoritariamente agrupa a las cooperativas de trabajo de los mencionados “movimientos sociales”.