Por Alejandro Moreno
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[dc]É[/dc]rcole Felippa no tiene ninguna de las condiciones que le adjudican aquellos que lo impulsan como precandidato a gobernador de la Unión Cívica Radical, pero es terapéutico para los no-mestristas, que sin pausas van convirtiéndose en anti-mestristas.
Felippa no puede ofrecerse como una renovación en el radicalismo cuando llega bendecido por dos dirigentes que, aunque prestigiosos, vivieron su esplendor en los Ochenta, como Eduardo Angeloz y Carlos Becerra (cuyos grupos, Línea Córdoba e Identidad Radical están lógicamente disminuidos); no es un hombre del partido por tener 30 años de afiliado porque los comités son para él un territorio desconocido; no puede representar una oposición más firme a Unión por Córdoba quien fue funcionario de Juan Schiaretti (presidente de la Agencia ProCórdoba) y varias veces elogió a los gobernadores del peronismo (celebró el último triunfo de José Manuel de la Sota porque “en este gobierno de continuidad estarían garantizados los lineamientos claves de mejora para la provincia, como la obra pública”. Además, tiene un alto desconocimiento público, superior seguramente al 65 por ciento señalado por un consultor político.
Pese a todo ello, el camuflado lanzamiento de su precandidatura a gobernador, el sábado en Río Primero, sirve para “mostrar que hay vida en el radicalismo más allá del mestrismo”, como lo definió uno de los dirigentes que estuvo en el almuerzo en el que Felippa debutó frente al micrófono partidario.
En la UCR, a mayor distancia de Ramón Mestre se escuchan cuestionamientos más gruesos al estilo político del intendente, que califican de excluyente. Valga como ejemplo: el jueves Mario Negri vio cómo en el acto de asunción de las nuevas autoridades partidarias subía al escenario el presidente del bloque de senadores, Gerardo Morales, y lo dejaban a él, titular de la bancada de diputados, en las sillas de abajo; y para peor, Diego Mestre, diputado pero raso, fue ascendido a la tribuna de los figurantes. En la política los gestos cuentan y Negri lo vivió como una deshonra frente a varios diputados nacionales que estaban allí luego de participar del retiro en el hotel Quórum.
Negri estuvo en Río Primero pero el suyo parece el caso típico de los que disfrutan ver correr a Felippa sin ser apóstoles. Es más, en su entorno aseguran que hace pocos días mantuvo una reunión con dirigentes de su Morena que le pidieron que recorra la provincia para candidatearse en 2015 por segunda vez (ya lo hizo en 2007). Angeloz y Becerra, que no se considerarían escuchados por Mestre, sí son decididos respaldos de la suerte del presidente de la UIC. Y no hay más: ni Oscar Aguad, ni Juan Jure, ni Miguel Nicolás.
En el mestrismo creen ver la mano de De la Sota detrás de esta precandidatura anticipada. “Es para dividir”, dicen. Señalan, como fundamento, que el gobernador y Angeloz sostienen una buena relación, que tuvo el reconocimiento del peronista al radical por los 30 años del Paicor, a comienzos de año, “algo que ni en la UCR habían hecho”, enfatizó una vez un prominente dirigente de la Línea Córdoba.
Los mestristas, quizás más que el propio Mestre, están convencidos de que la próxima pelea es por la Gobernación y no por la reelección en la Intendencia. “Hay que salir de este infierno ingobernable que es el Palacio 6 de Julio, aunque perdamos la Gobernación”, dicen unos; “en la hipótesis de poder ganar la elección en la ciudad de Córdoba, también podríamos ganar la provincia”, calculan otros, más optimistas que los anteriores.
Podría atenuar la desconfianza mestrista que Felippa reconocería que si Mestre es el candidato él cederá el paso, pero en cualquier otro escenario se propone para encabezar a la UCR, aunque reclama, pretencioso, surgir del consenso de todos los grupos internos.