“El pasado (reciente) me condena”

Por Alfredo Félix Blanco(*)

MorenoyKiccilof_radysson_60621[dc]L[/dc]a designación de Axel Kicillof como ministro de Economía ha generado a nivel de los medios de comunicación básicamente dos tipos de consideraciones. Por un lado, la descripción de la trayectoria académica del nuevo ministro y por otro, las conjeturas sobre las modificaciones que es dable esperar a partir de los cambios en el gabinete dentro del cual ha sido promovido el joven economista.
A riesgo de no estar en línea con la opinión mayoritaria, me atrevería a sugerir que hablar de “cambios significativos” en el actual diseño de política económica parece un exceso del lenguaje; y sugerir expectativas muy esperanzadoras sobre los eventuales logros de dichas modificaciones cae ya en el terreno de la ficción autocomplaciente. Sobre la relevancia de la carrera académica de Kicillof no puede haber dudas. Su tesis doctoral sobre Keynes y sus publicaciones vinculadas (entre otros sus libros: “Fundamentos de la Teoría General: las consecuencias teóricas de Lord Keynes” del año 2007, o “Siete Lecciones de Historia del Pensamiento Económico” del año 2010) lo muestran como un economista con una solida formación teórica, en particular sobre los economistas clásicos, sobre Marx y sobre Keynes. Nadie que aspire a transitar el apasionante territorio de los debates teóricos en los que la visión de esos autores es tan importante, debería obviar asomarse a las consideraciones de Kicillof.
Sus cargos de Investigador de CONICET, de docente en la UBA y en FLACSO, también ratifican su condición de economista académico. Se puede coincidir o no con su visión de la teoría económica. Se puede cuestionar su análisis de la Teoría General en el que asume proposiciones que J.M. Keynes jamás hubiera avalado, se puede disentir sobre la rigurosidad analítica que le adjudica a la construcción teórica de Marx, y muchas más cuestiones entre las numerosas diferencias que pueden tenerse con sus escritos. Pero lo que resulta innegable es que se está frente un economista de solida formación teórica.
Pero la pregunta relevante hoy es que tan importante son esos antecedentes frente a su designación como ministro de Economía y Finanzas Públicas (que es el nombre de su nuevo cargo). ¿No hubo acaso quienes destacaban el PhD de Harvard que exhibía el Dr. Cavallo como “garantía de éxito”? Sin embargo muchos, y sobre todo aquellos que aun hoy siguen ocupando cargos importantes, han olvidado aquel entusiasmo con el que destacaban hace poco más de una década su frondoso curriculum (obviamente académicamente más relevante que el del novel ministro actual).
De lo anterior no se concluye que para ser un buen ministro no hace falta entender de economía, la conclusión es que eso no parece ser suficiente. En términos más formales: entender la economía parece ser una condición necesaria (aunque aún habría que demostrarlo) pero no suficiente para ser un ministro de Economía exitoso. La segunda cuestión que planteamos al comienzo de esta nota, y que es mucho más importante para todos, se refiere a los probables “cambios” que pueden esperarse en el actual diseño de política económica.
Decir que va a haber nuevas medidas de política económica es una obviedad: habiendo perdido más de 20.000 millones de dólares de reservas internacionales desde comienzos del 2011, con una tasa de inflación que es la segunda más alta de América, habiendo pasado de superávit a déficit fiscal (aunque la presión tributaria haya crecido 10 puntos del Producto en la década), con inevitables restricciones a las importaciones, etc. solamente una irresponsabilidad supina podría postular “seguir como vamos”.
Ahora la pregunta es: ¿en qué dirección apuntarán las nuevas decisiones? Y cuál es el resultado probable de las mismas. Aquí también podemos recurrir los antecedentes del nuevo ministro, no ya académicos sino de gestión. Quizás ni su cargo de Gerente de Aerolíneas Argentinas (desde agosto 2009 a febrero 2010), ni su tarea como consultor del Gobierno de la Provincia de Formosa (entre los años 1998 y 2000) puedan dar indicios contundentes.
Pero desde 2011 la actual política económica ha tenido la participación determinante de Kicillof. Era un secreto a voces que Lorenzino (que finalmente pudo concretar, con un destino envidiable, su anunciado deseo de “…me quiero ir…”) era menos ministro que Kicillof.
El joven economista era el virtual Ministro de Economía y, seguramente con un modelo matemático de optimización, distribuye su tiempo entre sus cargos de secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo (desde diciembre de 2011), director de YPF (desde junio de 2012) y director de SIDERAR S.A. (desde julio de 2011).
Si “el modelo” de tipo de cambio alto, superávit fiscal y fortaleza externa ya no existe, al menos una parte no menor de la responsabilidad (sin ignorar otras internas y externas) es del nuevo ministro que ha sido tan importante en las decisiones de los últimos dos años.
Por lo tanto, lamentablemente y a pesar de los elogios de empresarios y políticos oficialistas, no deben esperarse medidas que resuelvan lo que hasta el presente no se ha podido resolver; tampoco deberían entusiasmarse los que especulan con un vuelta a las ideas de los noventa porque esa visión no es la de Kicillof.
A ambos grupos podría hacérseles esta advertencia utilizando (ligeramente modificado) el titulo en español de “Klute”, el film que dirigió hace años Alan J. Pakula, y que el nuevo ministro podría tomar como propio: “Mi pasado (reciente) me condena”.
(*) Economista