Por Juan Pablo Carranza
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[dc]C[/dc]on los ojos puestos únicamente en la Asamblea Universitaria que pasó, las autoridades de la UNC finalmente posaron su atención en el estado de los colegios preuniversitarios. Tras casi tres semanas de huelga, ayer el Consejo Superior de la Universidad atendió formalmente su reclamo (anteriormente había un compromiso verbal), y todo indica que la huelga se levantaría hoy.
Los miembros del Claustrorum aprobaron el acta paritaria 9, por la que la UNC se compromete a desembolsar, en carácter de bono de fin de año y por única vez, 5.100.000 de pesos entre los docentes del Manuel Belgrano y el Monserrat. Este beneficio redundaría en un incremento extraordinario de aproximadamente 1.000 pesos para los cargos titulares y 500 para los simples.
La inminente resolución del conflicto supone el debut del rector electo, Francisco Tamarit, en los asuntos universitarios como autoridad máxima de la UNC. Comenzar su mandato con una huelga hubiera significado iniciar su gestión con el pie izquierdo. Es normal que en los períodos de transición el antecesor busque allanarle el camino a quien lo sucede, más si se trata de alguien del mismo color, como es el caso de la rectora Carolina Scotto y el decano de Famaf.
Aún resta que los docentes resuelvan levantar la medida de fuerza. Todo indica que en la asamblea conjunta que se realizará hoy al mediodía en el Belgrano, aceptarán la propuesta. No hay motivos evidentes para continuar la huelga, pues la Universidad ya fijó una fecha tentativa de pago, que sería a mediados de abril. Los sueldos de este mes ya están en curso de ejecución, por lo que no se puede hacer una nueva liquidación para incluirlos en los recibos de marzo.
Más allá de que la clausula cuarta del acta -rubricada por el secretario General de la UNC, Jhon Boretto, el secretario de Ciencia y Tecnología, Alberto León, el titular de Adiuc, Pablo Carro, y la secretaria adjunta, Sandra Mutal- estipula que la huelga debe levantarse de “inmediato”, los profesores optaron por respetar el mandato de asamblea. Puede entenderse también como parte de la cinchada entre la patronal y los profesores. La posición de las autoridades sería no echar más leña al fuego para que inicie el ciclo lectivo (el Belgrano tuvo apenas dos jornadas de clases).
Además, Boretto confirmó que el convenio continuaría vigente más allá de la decisión que tomen los colegios preuniversitarios. El acta también estipula que no se descontarán los días de huelga, hayan o no contado con consentimiento de gremial, lo que tiene importancia al interior del gremio. Vale recordar que otros de los reclamos que sostienen ambas instituciones es la restitución de una jornada de paro descontada de manera casi inédita el año pasado por la UNC tras una retención de servicios.
Del conflicto pueden desprenderse varias lecturas. En primer lugar, atendiendo a la cuestión gremial, la medida fue impulsada exclusivamente por los docentes de ambos colegios. El respaldo de Carro a la huelga fue escaso (encabezó sólo una jornada de protesta) y los profesores mostraron su descontento con la conducción gremial, que no hizo de canal de diálogo con los paritarios de la Universidad.
Con la huelga, los dos colegios reforzaron su vínculo (constituyendo una suerte de bloque común tanto para plantear sus inquietudes al Rectorado como al interior del sindicato) y ratificaron su condición como unidades académicas efervescentes, sensibles ante cualquier detonante gremial.
La casi nula presencia de la conducción en el reclamo erosionó la ya cuestionada imagen de cúpula de Adiuc, identificada con el scottismo. Los dardos no vinieron desde la anterior dirección, sino de nuevos actores que irrumpieron en la escena política de los colegios.
El conflicto tuvo otra consecuencia: que Carro, hoy en Buenos Aires para atender a la partiría nacional (discusión salarial de la que se podrían desprender otros paros), retomara un posición más combativa para recuperar el capital perdido en estas semanas.
