Por Gabriel Osman

[dc]C[/dc]hapeau para Francisco Tamarit con su triunfo en la UNC. Con una larga dolencia, largando de atrás pero utilizando con eficacia los recursos de su doble condición de oficialista (ex esposo pero aún amigo de la todavía rectora y a nivel nacional) sacó una holgada diferencia al radical Alfredo Blanco (136 a 88). Su triunfo se puede leer perfectamente como el primero del kirchnerismo en la casa de estudios, si se tiene en cuenta que en las victorias de 2007 y 2010, Carolina Scotto no revistaba como aliada del gobierno nacional. Por esto, el resultado del sábado de la Asamblea Universitaria reposiciona la hasta hace poco desdibujada candidatura de la rectora para las próximas legislativas representando al Frente para la Victoria.
Tamarit, que deberá asumir el 25 de abril, calificó a la Asamblea del sábado como una “fiesta de la democracia”. Su euforia se comprende porque ganó; además no hubo incidentes y las reglas de juego electoral se respetaron escrupulosamente. Ahora, la celebración del rector electo nada dice de la ayuda decisiva del gobierno nacional para voltear el armado de Blanco tras la imprevista voltereta del decano de Médicas, que éste tomó a horas de la iniciación de las deliberaciones: un golpe al mentón que dejó sin tiempo ni respuestas a la oposición.
Se habla de los favores que habría recibido Irico aunque ninguno es verificable. Aunque es impensable que el decano de Médicas hubiera sufrido tamaña metamorfosis sin algo que lo explique: fue aliado de Blanco durante seis meses y se dio vuelta dos días antes. La Franja Morada y sus cánticos no dieron muchas vueltas para explicar el brinco de Irico.
Lo que sí es verificable es que el gobierno nacional puso hombres de primera línea para operar, y para nada tímidos. Primero postergaron las elecciones no docentes previstas para el 8 de marzo para evitar lecturas perturbadoras. Aquí el operador fue de rango ministerial: el ministro de Trabajo, Carlos Tomada. Luego, desde Rio Cuarto, ciudad de asiento del ex moyanista y hoy hombre de Antonio Caló, Nelso Farina (secretario general de la Fatun), se armaron reuniones con otro ministro, el de Educación, Alberto Sileoni, el secretario de Políticas Universitarias, Martín Gil, y el propio Irico.
Allí fue que se consumó el mayor brinco de marsupial alguno que recuerde una provincia donde no han sido pocos los canguros en su fauna política. Hasta antes de que Irico diera a conocer un escueto comunicado a través de su encargada de prensa, el jueves a la tarde, la elección estaba pareja y quedaba en suspenso el presunto respaldo de Irico a Blanco y, eventualmente, el apoyo de Derecho declinando la candidatura de Pedro Yanzi Ferreira.
Lo primero sucedió pero al revés, y Yanzi Ferreira mantuvo su postura. (No votó ni hubiera votado a Tamarit pero su postura le fue funcional). Lo que vino después se explica por el efecto dominó cuando los indecisos –en la mayoría de los casos, para acomodar mejor el cuerpo- se volcaron y colocaron a Tamarit al borde del triunfo en primera vuelta con 123 de los 124 necesarios. Y esto sin contar los 7 votos estudiantiles de La Bisagra disidente que se mantuvo distante en primera vuelta pero ya en la segunda volvió al redil.
El hecho de que se haya tenido que llegar a segunda vuelta es auspicioso, igual que la existencia de un bloque opositor de casi 90 votos, sin contar los siete que obtuvo Yanzi Ferreira. Puede ser un renacer de la política universitaria después de casi 6 años en el frezzer y con una omnívora formación oficialista que se deglutió 12 de las trece Facultades.
Para el anecdotario queda la mucha tinta que se derramó sobre el presunto pacto radical-peronista que no se verificó ni mínimamente –hasta el flamante relanzamiento de la JUP que puso sus dos votos (Psicología) a Tamarit-, y la flagrante injerencia del gobierno universitario en la “fiesta de la democracia”, según las expresiones celebratorias del rector electo.